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Geografía personal (II)

Para telegonz, que me trajo estos recuerdos con sus trenes

En nuestro paso de La Habana (Campo) a la (Ciudad de) La Habana vivimos unos meses en una estación de trenes: General Peraza. No era la casa del jefe de estación, sino la estación misma, fuera de servicio. El primer intento de casa propia. En Boyeros.

Por el camino al supermercado, ida y vuelta, arrastrada de la mano de mi madre, sin sacar la vista de las letras, leí mi primer «libro»: Cenicienta o Blanca Nieves, no recuerdo. En el antiguo patio de espera, junto a los rieles desactivados, ellos leían Cuando tu hijo te pregunta. Mientras, Mamá, papá y yo me enseñaba que los niños venían al mundo a través de un «cuello de tortuga». Construímos paredes, con ayuda del abuelo. Visitamos la escuela donde debí ingresar en septiembre (era verano). Hicimos amistad con los vecinos, y con sus hijas gemelas.

Un día cualquiera de un calendario demasiado corto, un funcionario decidió que necesitaban el establecimiento. Para un proyecto municipal, dijo. Y vino el desalojo.

Muchos años después, el funcionario fue a prisión. Por corrupto, nos contaron. Pero entre tanto hubo psicólogos, cartas al presidente de la República – sin respuesta -, y recuadros amargos en los libros de Historia: «el desalojo campesino»«de la república neocolonial que no conociste». Un albergue temporal en el Vedado. A tres cuadras de Coppelia. A cuatro más del Malecón. Con helados de todos los sabores. Y José Luis Perales entonando a grito pelado: «Y como es él? A qué dedica el tiempo libreeeeeeeeeeee? Pregúnnntaleeeeeeeeeeeeeeeeeee… en qué lugar se enamoró de ti?»

Leí otro primer libro: Pippa medias largas. Y otro: El Principito. Segundo grado. La primaria Olo Pantoja Tamayo. En la esquina. Creo que la madre del mártir vivía en la cuadra. Yo tenía llave de casa. Iba sola a la escuela. ¡Mi madre era europea! Mi padre me hacía unas trenzas apretadas después del desayuno.

En el supermercado de 17 y K vendían pasta dental rusa. Panecillos de ajo. Queso proceso. Leche por Venta Libre. En una casa gigante, destartalada, al lado del albergue donde habitábamos un cuarto con barbacoa, una familia negra de quizás 30 miembros (quizás más) sacaba «los mandados» en carretilla. Con dos o tres «libretas de abastecimientos» presilladas y enfundadas en el mismo sobre.  Por la escalera del costado, como «colada», subía una rusa, casada (creo) con un profesional de esa familia. En la ventana del otro costado, una negra gruesa gritaba a voz en cuello: «Pero que nadie, nadie, nadie quiere a nadieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee«. Era a finales de los años ’80 y la familia respondía al unísono, desde todos los rincones de la casa: «Se acabó el querer». Desde entonces mi madre comenzó a desarrollar cierta aversión a los Van Van, que se convirtió en verdadera intolerancia años después, mientras Pedrito cantaba pretencioso «Gallina Vieja«.

Luego vino la semana de receso. Tarará. Una casa con cristales al mar y muchos niños. La guagua de regreso. El ensayo de una canción-parodia aprendida en los días de campamento: «Isaura la de La Esclava, pobrecita con su frente ‘e guagua… Como Isaura no templ…  a Tobías lo mataron señorito… Ay Isaura, ay, ay Isaurita, ay, ay te quedaste con las ganitas…». Dos cuadras antes  – imagino – disimulamos con un tema infantil apto para el oído de los padres. En el patio, la noticia: tendríamos casa nueva, un «apartamento afectado» en el Cotorro, Alberro. Otra «Habana» hasta entonces desconocida.

Una bocanada de aire fresco para Cuba

[Este es el concierto otra vez. Otro concierto. Otra verdad u otras mentiras, tal cual fueron para otro amigo entrañable que sí estuvo allí, en vivo, y que no pudo resistirse a re-vivirlo todo en video un día después – porque ya el video de cinco horas anda rodando de mano en mano!! …Leyendo a Ernesto uno encuentra más razones para creer que efectivamente – «duélale a quien le duela» – necesitábamos este exorcismo y aún necesitamos otros, uno encuentra razones para espantar nuestros propios discursos excépticos y desangelados, para imaginarse un proyecto de país que no se deje secuestrar ni por la inercia, ni por las «aplanadoras»]

Por: Ernesto García

«Estoy aquí, escuchando a Van Van, y quiero escribir algunas impresiones sobre el concierto Paz sin Fronteras que al final se hizo acá en La Habana ayer, ‘duélale a quien le duela’, como dijo Formell. Es difícil trasmitir con palabras lo que sentí, más cuando yo no soy muy dado a eso de ‘ser escritor’. Soy usualmente más de debate, de conversar, de intercambiar impresiones y opiniones en vivo y en directo. A mis amigos y familia los invito acá en La Habana a debatir, mientras tanto algo adelanto.

«Desde el terreno, allí en vivo en medio del calor, del sudor y la pegazón de la masa humana ávida de música y diversión, el concierto no se ve igual que desde el TV. No digo que se vea mejor ni peor, sino diferente. De hecho estoy aún por ver la versión de TV que también hay que verla, pero esa se puede grabar y verse después. La versión viva es una sola y no podía perdérmela. A los que no estaban aquí para verlo, mi intención no es darles envidia, que ya sin estas palabras mías tienen un poquito. Envidia sana por supuesto, que estoy seguro que todos están alegres por Cuba y por los cubanos.

«In situ no se perciben muchos detalles. Hay cosas que pasaron de las que supe hoy por la mañana por las noticias y por las tantas cosas que he leído y que aún tengo por leer, tanto de familiares como de amigos en blogs, emails, etc. No me percaté, por ejemplo, que Tañón tiró a mierda a Daddy Yankee, Don Omar y Wisin&Yandel, pues, dijo, «La Tañón está aquí» (creo que cuando dijo eso yo estaba muy ocupado jugando a avanzar dentro de un camello, por en medio de la multitud, en mi último intento por llegar al frente). No me percaté tampoco del simbolismo de la letra de la canción de Carlos Varela (‘La verdad de la verdad es que nunca es una ni la mía, ni la de él, ni la tuya’) pues a decir verdad, por mucho significado que tuviera la canción, a esas alturas la gente que llevaba cuatro horas paradas lo que quería era mover los pies – que estar parados y con los pies tiesos da tremendo dolor. El movimiento al menos disfraza el cansancio. Me percaté, sin embargo, del verso de Miguel Bosé ‘Dame una isla en el medio del mar, llámala libertad’, aunque en el furor de los gritos no fui consciente de que Juanes mencionó a Los Aldeanos, según dicen.

«Estar ahí, sin embargo, me permitió percibir la felicidad tremenda que tenía la gente de disfrutar de un concierto que a pesar de los pesares finalmente se dio, de un concierto que no pudo ser opacado por los visibles problemas de producción que tuvo, que en ocasiones me hizo pensar que al final no podemos hacer nada acá del todo bien, ni siquiera cuando tenemos el financiamiento que tuvo este evento. Nadie habla hoy del lamentable problema de audio – escandaloso en su momento – que hubo al principio de la presentación de Van Van, quienes se levantaron muy bien, como hacen los grandes cuando se caen, y por encima de todas esas dificultades, terminaron el concierto por todo lo alto. Quizás la inigualable oportunidad de estar siendo televisados para el mundo entero, publicidad gratis y bien recibida por cualquier orquesta, fue junto a la emotividad del momento, combustible suficiente para que se crecieran como lo hicieron, remitiéndose a canciones clásicas que hace décadas los hicieron famosos.

«Todos hablan hoy de ese final tremendo, que junto al inicio estridente e imponente de la puertorriqueña convirtieron al concierto en algo inolvidable para los que allí estábamos. Ella estaba visiblemente emocionada. La voz no le dio para poder decir todo lo que hubiera querido, pero la verdad es que no se midió en decir lo que quiso, sin temor a los problemas que se pueda buscar ahora con esa turba de chusmas que ponen tan bajo el nombre de Cuba, aplastando discos y dando perretas de muchachos majaderos a varias decenas de millas de distancia, mientras la mayoría de los cubanos del mundo añoraban estar de nuevo en su tierra.

«Esos que nos querían quitar el concierto no saben el daño que nos hubieran hecho. No le crean al que les diga que nada cambió en Cuba después del concierto, no le crean tampoco a los que digan que el concierto no fue político, aunque haya estado bien alejarse de manifestaciones políticas explícitas (porque las hubo implícitas en los gritos y cantos de muchos de los protagonistas). Un evento como este en Cuba es imposible que no tenga un matiz político, al menos no en mi mente altamente politizada. Y el cambio que trae un evento como este no es un cambio inmediato, explícito ni visible. Es una influencia leve, sutil, pero esperanzadoramente eficaz en la mente de la gente, en el subconsciente de la gente. Muchos hoy hablan de esto, de hecho nadie habla de otra cosa, aunque probablemente de aquí a un par de semanas todos hayan vuelto completamente a su rutina. El mensaje de paz puede parecer simplista, idealista, abstracto, demagógico, etc. (aunque yo creo que en el fondo es sincero) pero es un mensaje que se impregna en la mente de la gente, alejando odios, aislando extremos. Es un mensaje positivo para los de aquí y los de allá, los que de verdad queremos un futuro mejor y no andamos pregonándolo tanto, porque no tenemos tiempo para eso. Eso se percibe cuando Juanes grita Miami en medio de La Plaza de la Revolución y todos gritan y suben sus manos de júbilo. Y no era (eso se los aseguro yo que estaba allí) el júbilo de oír a gritos el nombre de un lugar a donde muchos quisieran ir hoy, sino el júbilo de escuchar una palabra prohibida gritada tan alto, tan desinhibidamente, sin la palabra «mafia» como coletilla. Se percibe cuando se oye a la puertorriqueña decir a voces que Cuba y Puerto Rico son «de un pájaro las dos alas» y se escucha detrás la reacción emotiva de la gente, la reacción emotiva de uno mismo gritando emocionado, pues siente que se dijo desde el corazón de una mujer que demostró que le importa poco las amenazas que recibió y los problemas que le esperan por haber sido tan atrevida.

«Emociones y significado aparte, el concierto como concierto en sí fue tremendo. Destacaron Olga y Van Van, que movieron a la gente de una manera que yo no veía desde los conciertos en La Lenin más de diez años atrás (uufff, qué viejo estoy). La gente se divirtió, y hasta para el que no le vio (porque no pudo o porque no quiso) todo el significado que yo le veo, la oportunidad de salir de su rutina, de olvidar por unas horas sus penas y desgracias, de participar de un evento tan grande, de ver tanta gente reunida divirtiéndose (porque al final de eso es de lo que se trata cuando se está ahí presente) es algo que hubiera sido muy lamentable no haber tenido. Fue una bocanada de aire fresco para Cuba.

(…)

«Ayer en la noche vi el concierto en video, y pude disfrutar de muchos detalles que en vivo se pierden. Me percaté de cosas que ya me habían comentado amigos y parientes, muchos de ustedes, y de otras que no las había oído de nadie. Me percaté del letrero en el pulóver negro de Carlos Varela, «Tengo una camisa blanca» decía. Pude escuchar detenidamente a la corista de X Alfonso con su mensaje de STOP que a Rossi le gustó tanto. Le di coco a la letra de la canción de Varela, que en el concierto me pareció cansona pues a esas alturas la gente tenía más ganas de mover los pies que de escuchar un mensaje profundo. Vi a la puertorriqueña cuando mandó fuera a los reguetoneros del momento, pues (dice) «llegó la Tañón a cantar en La Habana, Cuba», cosa que sólo había escuchado en relatos. Busqué (y encontré), por ejemplo, el momento en que Juanes hace mención pública de Los Aldeanos, cosa que muchos de ustedes al haberlo visto por la TV desde la primera vez lo notaron (aunque quizás no se percataron de que fue Yotuel de los Orishas quien, al ver a Juanes enumerando a los artistas del concierto, y ver que se estaba quedando ya sin nombres, le susurró al oído el nombre de los Aldeanos).

«También la inmensa cantidad de gente y su alegría se percibe en el video de otra manera, menos cercana, menos cálida, pero más impresionante por su magnitud. Las imágenes tomadas desde lo alto son las que verdaderamente echan por tierra toda teoría de que el concierto no debía hacerse. Tengo que reconocer que siento un poco de satisfacción morbosa dentro de mí tan solo de imaginarme a los viejos de la Calle 8 de Miami revolviéndose en sus ataúdes ideo-ilógicos mientras alguna televisora de allá mismo trasmitía el concierto. Es la hora de los jóvenes.

«Pero por sobre todo, fue nuevo para mi poder ver la cara de los artistas, que en el concierto en vivo, ahí parados en la Plaza sólo se pueden ver ocasionalmente muy de lejos en la pantalla. Pude ver sus expresiones, que dicen mucho de lo que sentían mientras estaban allí cantando. Se nota una diferencia entre un artista dando un concierto profesional, y estos artistas aquí, que vinieron más bien a divertirse, que vinieron porque querían, y no por hacer una presentación comercial, que vinieron a cantar en Cuba porque de verdad lo deseaban, como algo que proféticamente sabían que marcaría un antes y un después en sus respectivas vidas, que quizás los haría llorar, como muchos hicieron en ese final. Se nota en lo humanos que se mostraron, en sus errores al tratar de improvisar, en la voz que a algunos no les dio para terminar, en la relajación que sentían al saber que todo no tenía que ser perfecto, que la gente allí les perdonarían sus fallas con tal de verlos tal cual son.»

La Habana,
Septiembre 21, 2009

La Verdad de la Verdad …

Anoche seguí el concierto «Paz Sin Fronteras» por internet, por varios sitios a la vez, tratando de captarlo todo, el mejor color, el sonido más estereofónico, los locutores de Cubavisión Internacional que por momentos me hacían pensar que estaba sentada en la sala de mi Habana.

Alrededor de 1 millón 150 mil cabezas moviéndose bajo el sol de la Plaza de la Revolución, la Avenida Boyeros, la inmensidad de la calle Paseo. Ropas blancas y sobrillas de colores. Mientras tanto – dice El Nuevo Herald – 10 pares de pies (en la foto no se ve más) aplastaban discos en la calle 8 de Miami, con una aplanadora!!!

Pero el concierto se hizo, como decía Juan Formell antes de unir en el escenario a sus Van Van con el resto de la tropa (los cubanos Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, X Alfonso, Carlos Varela y Orishas, los españoles Luis Eduardo Aute, Victor Manuel y Miguel Bosé, el italiano Jovanotti, la banda cubano-venezolana Cucú Diamante y Yerba Buena, los puertorriqueños Danny Rivera y Olga Tañón, el ecuatoriano Juan Fernando Velazquez): «duélale a quien le duela».

Los que estamos fuera (también muchos desde Miami) intercambiamos links, post y comentarios de Facebook. Seguimos las palabras contenidas de los artistas. La elección de las canciones… ¿apolíticas? Los que estaban dentro, a viva voz, cantaron con Silvio «Ojalá». A viva voz, también, soñaron una Isla con Bosé. Y a viva voz no le dió la gana a Carlitos Varela de vestirse de Blanco («tengo una camisa blanca» aclaraba el letrero impreso sobre su camiseta negra). Y no cantó «Como los Peces», sino que repitió «25 mil mentiras sobre la Verdad»:

 

«Nostradamus nunca tuvo la verdad

ni los Beatles, ni Galileo

Hare Krishna nunca dijo la verdad…
ni Jesús, ni Julieta, ni Romeo.

«Los poetas nunca escriben la verdad
ni la Biblia, ni los diarios,
los profetas no adivinan la verdad,
ni los pobres, ni los millonarios.

«La verdad de la verdad
es que nunca es una
ni la mía, ni la de él, ni la tuya.
La verdad de la verdad
es que no es lo mismo
parecer
que caer en el abismo
de la verdad.

«Los maestros nunca enseñan la verdad
ni los reyes ni los Mesías,
los ejércitos no tienen la verdad
ni las leyes ni la astrología.

«La verdad de la verdad
es que nunca es una
ni la mía, ni la de él, ni la tuya.
La verdad de la verdad
es que no es lo mismo
parecer
que caer en el abismo
de la verdad,
de la verdad.
Pequeños sueños
Robinson (Solo en una isla)
Sequía del alma
Será sol»

Por eso Mayito, de los Van Van, gritaba también a voz en cuello, antes de las lágrimas emocionadas de la Tañón y de Bosé, antes del agradecimiento de la puertorriqueña a su familia, que entendió y la apoyó para hacer el concierto a pesar de las amenazas de muerte del extremo radical de Miami (acaso los mismos que «aplanaron» sus discos?):

«Cultivo una rosa blanca,
en julio como enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

«Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni orugas cultivo,
cultivo una rosa blanca»

«Nostradamus nunca tuvo la verdad

ni los Beatles, ni Galileo

Hare Krishna nunca dijo la verdad…
ni Jesús, ni Julieta, ni Romeo.