Al autor del Elefante (lo prometido es deuda)
«Junggesellinnenabschiedsparty»: solteras, despedida, fiesta. Tres palabras en una. Típica trastada de los alemanes para complicarnos la existencia a los que nos atrevemos con su lengua.
Pues bien. «O» adora los elefantes. Nació en San Petersburgo. Pero se casará en Alemania. Con «M» , otro «san-petersburguerino». (La única manera de organizar la boda a su antojo. Y no al de los padres, abuelos, tíos, primos. Aunque eso no quita que el vestido, el maquillaje, el peinado, el restaurante, los zapatos, el auto y otros viejos demonios de las bodas de todas las latitudes le quiten el sueño.)
El viernes nos aparecimos en su casa. Dos alemanas, una uzbeca, una española, una cubana, una rusa. Elefantas todas. Algunas ya casadas. Una en crisis. Meses sin sexo. El mejor consejo que le puedo dar, me dijo: «que no se case». Otra apurada. Se fue después de las pizzas y unos tragos. No vino a bailar. «A mi marido no le gusta», me explicó. Jugamos a un juego de la suerte y a la rockera-soltera le tocó matrimonio: «jamás!» – nos aseguró. Aseguramos muchos y terminamos cediendo porque la sociedad, la familia, los vecinos, «la cucarachita Martina», la embajada, los impuestos, las leyes, los derechos, los izquierdos…
«La institución del matrimonio está muy desprestigiada», escribía un amigo (otro más) el otro día en otro post. El «amor» se ha gastado como sustantivo, coincidían otro, y otro, y otro más. Mi amiga «E» fue la única que quiso atrapar el ramo en el único acto medio-convencional de mi boda. «Lo hago por la cinta, que es muy linda» – se reía.
Florentino Ariza y Fermina Daza se montaron en el último barco, casi sin tiempo, sin papeles, sin sociedad, sin familia, sin vecinos, sin «cucarachita Martina», sin embajada, sin impuestos, sin leyes, sin derechos, sin izquierdos, río arriba y río abajo… (Y sí, ya sé que me dirán que el Magdalena era «un río de papel». Pero este viernes intentaré de nuevo en el Rin. Y el sábado. Y el lunes. Y el año que viene. A ver si tengo «suerte»!).