[Este es el concierto otra vez. Otro concierto. Otra verdad u otras mentiras, tal cual fueron para otro amigo entrañable que sí estuvo allí, en vivo, y que no pudo resistirse a re-vivirlo todo en video un día después – porque ya el video de cinco horas anda rodando de mano en mano!! …Leyendo a Ernesto uno encuentra más razones para creer que efectivamente – «duélale a quien le duela» – necesitábamos este exorcismo y aún necesitamos otros, uno encuentra razones para espantar nuestros propios discursos excépticos y desangelados, para imaginarse un proyecto de país que no se deje secuestrar ni por la inercia, ni por las «aplanadoras»]
Por: Ernesto García
«Estoy aquí, escuchando a Van Van, y quiero escribir algunas impresiones sobre el concierto Paz sin Fronteras que al final se hizo acá en La Habana ayer, ‘duélale a quien le duela’, como dijo Formell. Es difícil trasmitir con palabras lo que sentí, más cuando yo no soy muy dado a eso de ‘ser escritor’. Soy usualmente más de debate, de conversar, de intercambiar impresiones y opiniones en vivo y en directo. A mis amigos y familia los invito acá en La Habana a debatir, mientras tanto algo adelanto.
«Desde el terreno, allí en vivo en medio del calor, del sudor y la pegazón de la masa humana ávida de música y diversión, el concierto no se ve igual que desde el TV. No digo que se vea mejor ni peor, sino diferente. De hecho estoy aún por ver la versión de TV que también hay que verla, pero esa se puede grabar y verse después. La versión viva es una sola y no podía perdérmela. A los que no estaban aquí para verlo, mi intención no es darles envidia, que ya sin estas palabras mías tienen un poquito. Envidia sana por supuesto, que estoy seguro que todos están alegres por Cuba y por los cubanos.
«In situ no se perciben muchos detalles. Hay cosas que pasaron de las que supe hoy por la mañana por las noticias y por las tantas cosas que he leído y que aún tengo por leer, tanto de familiares como de amigos en blogs, emails, etc. No me percaté, por ejemplo, que Tañón tiró a mierda a Daddy Yankee, Don Omar y Wisin&Yandel, pues, dijo, «La Tañón está aquí» (creo que cuando dijo eso yo estaba muy ocupado jugando a avanzar dentro de un camello, por en medio de la multitud, en mi último intento por llegar al frente). No me percaté tampoco del simbolismo de la letra de la canción de Carlos Varela (‘La verdad de la verdad es que nunca es una ni la mía, ni la de él, ni la tuya’) pues a decir verdad, por mucho significado que tuviera la canción, a esas alturas la gente que llevaba cuatro horas paradas lo que quería era mover los pies – que estar parados y con los pies tiesos da tremendo dolor. El movimiento al menos disfraza el cansancio. Me percaté, sin embargo, del verso de Miguel Bosé ‘Dame una isla en el medio del mar, llámala libertad’, aunque en el furor de los gritos no fui consciente de que Juanes mencionó a Los Aldeanos, según dicen.
«Estar ahí, sin embargo, me permitió percibir la felicidad tremenda que tenía la gente de disfrutar de un concierto que a pesar de los pesares finalmente se dio, de un concierto que no pudo ser opacado por los visibles problemas de producción que tuvo, que en ocasiones me hizo pensar que al final no podemos hacer nada acá del todo bien, ni siquiera cuando tenemos el financiamiento que tuvo este evento. Nadie habla hoy del lamentable problema de audio – escandaloso en su momento – que hubo al principio de la presentación de Van Van, quienes se levantaron muy bien, como hacen los grandes cuando se caen, y por encima de todas esas dificultades, terminaron el concierto por todo lo alto. Quizás la inigualable oportunidad de estar siendo televisados para el mundo entero, publicidad gratis y bien recibida por cualquier orquesta, fue junto a la emotividad del momento, combustible suficiente para que se crecieran como lo hicieron, remitiéndose a canciones clásicas que hace décadas los hicieron famosos.
«Todos hablan hoy de ese final tremendo, que junto al inicio estridente e imponente de la puertorriqueña convirtieron al concierto en algo inolvidable para los que allí estábamos. Ella estaba visiblemente emocionada. La voz no le dio para poder decir todo lo que hubiera querido, pero la verdad es que no se midió en decir lo que quiso, sin temor a los problemas que se pueda buscar ahora con esa turba de chusmas que ponen tan bajo el nombre de Cuba, aplastando discos y dando perretas de muchachos majaderos a varias decenas de millas de distancia, mientras la mayoría de los cubanos del mundo añoraban estar de nuevo en su tierra.
«Esos que nos querían quitar el concierto no saben el daño que nos hubieran hecho. No le crean al que les diga que nada cambió en Cuba después del concierto, no le crean tampoco a los que digan que el concierto no fue político, aunque haya estado bien alejarse de manifestaciones políticas explícitas (porque las hubo implícitas en los gritos y cantos de muchos de los protagonistas). Un evento como este en Cuba es imposible que no tenga un matiz político, al menos no en mi mente altamente politizada. Y el cambio que trae un evento como este no es un cambio inmediato, explícito ni visible. Es una influencia leve, sutil, pero esperanzadoramente eficaz en la mente de la gente, en el subconsciente de la gente. Muchos hoy hablan de esto, de hecho nadie habla de otra cosa, aunque probablemente de aquí a un par de semanas todos hayan vuelto completamente a su rutina. El mensaje de paz puede parecer simplista, idealista, abstracto, demagógico, etc. (aunque yo creo que en el fondo es sincero) pero es un mensaje que se impregna en la mente de la gente, alejando odios, aislando extremos. Es un mensaje positivo para los de aquí y los de allá, los que de verdad queremos un futuro mejor y no andamos pregonándolo tanto, porque no tenemos tiempo para eso. Eso se percibe cuando Juanes grita Miami en medio de La Plaza de la Revolución y todos gritan y suben sus manos de júbilo. Y no era (eso se los aseguro yo que estaba allí) el júbilo de oír a gritos el nombre de un lugar a donde muchos quisieran ir hoy, sino el júbilo de escuchar una palabra prohibida gritada tan alto, tan desinhibidamente, sin la palabra «mafia» como coletilla. Se percibe cuando se oye a la puertorriqueña decir a voces que Cuba y Puerto Rico son «de un pájaro las dos alas» y se escucha detrás la reacción emotiva de la gente, la reacción emotiva de uno mismo gritando emocionado, pues siente que se dijo desde el corazón de una mujer que demostró que le importa poco las amenazas que recibió y los problemas que le esperan por haber sido tan atrevida.
«Emociones y significado aparte, el concierto como concierto en sí fue tremendo. Destacaron Olga y Van Van, que movieron a la gente de una manera que yo no veía desde los conciertos en La Lenin más de diez años atrás (uufff, qué viejo estoy). La gente se divirtió, y hasta para el que no le vio (porque no pudo o porque no quiso) todo el significado que yo le veo, la oportunidad de salir de su rutina, de olvidar por unas horas sus penas y desgracias, de participar de un evento tan grande, de ver tanta gente reunida divirtiéndose (porque al final de eso es de lo que se trata cuando se está ahí presente) es algo que hubiera sido muy lamentable no haber tenido. Fue una bocanada de aire fresco para Cuba.
(…)
«Ayer en la noche vi el concierto en video, y pude disfrutar de muchos detalles que en vivo se pierden. Me percaté de cosas que ya me habían comentado amigos y parientes, muchos de ustedes, y de otras que no las había oído de nadie. Me percaté del letrero en el pulóver negro de Carlos Varela, «Tengo una camisa blanca» decía. Pude escuchar detenidamente a la corista de X Alfonso con su mensaje de STOP que a Rossi le gustó tanto. Le di coco a la letra de la canción de Varela, que en el concierto me pareció cansona pues a esas alturas la gente tenía más ganas de mover los pies que de escuchar un mensaje profundo. Vi a la puertorriqueña cuando mandó fuera a los reguetoneros del momento, pues (dice) «llegó la Tañón a cantar en La Habana, Cuba», cosa que sólo había escuchado en relatos. Busqué (y encontré), por ejemplo, el momento en que Juanes hace mención pública de Los Aldeanos, cosa que muchos de ustedes al haberlo visto por la TV desde la primera vez lo notaron (aunque quizás no se percataron de que fue Yotuel de los Orishas quien, al ver a Juanes enumerando a los artistas del concierto, y ver que se estaba quedando ya sin nombres, le susurró al oído el nombre de los Aldeanos).
«También la inmensa cantidad de gente y su alegría se percibe en el video de otra manera, menos cercana, menos cálida, pero más impresionante por su magnitud. Las imágenes tomadas desde lo alto son las que verdaderamente echan por tierra toda teoría de que el concierto no debía hacerse. Tengo que reconocer que siento un poco de satisfacción morbosa dentro de mí tan solo de imaginarme a los viejos de la Calle 8 de Miami revolviéndose en sus ataúdes ideo-ilógicos mientras alguna televisora de allá mismo trasmitía el concierto. Es la hora de los jóvenes.
«Pero por sobre todo, fue nuevo para mi poder ver la cara de los artistas, que en el concierto en vivo, ahí parados en la Plaza sólo se pueden ver ocasionalmente muy de lejos en la pantalla. Pude ver sus expresiones, que dicen mucho de lo que sentían mientras estaban allí cantando. Se nota una diferencia entre un artista dando un concierto profesional, y estos artistas aquí, que vinieron más bien a divertirse, que vinieron porque querían, y no por hacer una presentación comercial, que vinieron a cantar en Cuba porque de verdad lo deseaban, como algo que proféticamente sabían que marcaría un antes y un después en sus respectivas vidas, que quizás los haría llorar, como muchos hicieron en ese final. Se nota en lo humanos que se mostraron, en sus errores al tratar de improvisar, en la voz que a algunos no les dio para terminar, en la relajación que sentían al saber que todo no tenía que ser perfecto, que la gente allí les perdonarían sus fallas con tal de verlos tal cual son.»
La Habana,
Septiembre 21, 2009