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Galeano, la democracia y el Mapamundi

Una amiga, que ha elegido los mensajes de estado del GoogleTalk para gritar-calladamente desde La Habana algunas de las preguntas que la atormentan a diario, me ha provocado varias veces con sus frases crípticas, sus fragmentos de frases de otros: «Nos mean y los diarios dicen: Llueve» (Eduardo Galeano); «We are somewhere in between» (Jack Johnson); «The definition of insanity is continuing to do the same thing over and over againg and expecting a different result» (Einstein)…

Por ella he vuelto a Galeano, que siempre me hace volver sobre las cosas más simples y me las echa en cara, simplemente, mientras yo trato de explicarlas «en su complejidad». Con su Libro de los Abrazos (1989) discutí muchas veces el mundo con mis alumnos de cursos de formación de trabajadores sociales en La Habana. Los más complicados problemas sociales, las más complejas estrategias de comunicación social y participación ciudadana, las utopías más lejanas, dejaban de parecer abstractas para aquellos muchachos (desacostumbrados a leer) si uno las explicaba con las prosas poéticas y los epigramas del uruguayo. Recuerdo uno, con el que trataba de recordarles, curso tras curso, que su misión no era decidir los problemas de la gente de antemano y llegar con cara de «enviados-iluminados» a ofrecerles una vida mejor que nadie les había pedido, con la que nadie soñaba, sino descubrir con ellos qué vida querían, merecían, necesitaban, podían construir:

La función del arte /2

El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años
estuvo con los indios del Chaco paraguayo. Él formaba
parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron
a un cacique que tenía prestigio de muy sabio.
El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pesta
ñear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua
de los indios. Cuando la lectura terminó, los misioneros
se quedaron esperando.
El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó:
– Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.
Y sentenció:
– Pero rasca donde no pica.

 

Hoy mi amiga, desde el GoogleTalk, me ha hecho volver sobre otra «galeanada» que había olvidado y sin embargo siempre repito en mis discusiones políticas, con amigos progres y conservadores. La misma que le repetí a un amigo hace un par de días en Bonn, al que a falta de poder contarle el país que sospechaba «después de después», preferí contarle el que no quería:

Mapamundi/2

Al sur, la represión. Al norte, la depresión.

No son pocos, los intelectuales del norte que se casan con las revoluciones del sur por el puro placer de enviudar. Prestigiosamente lloran, lloran a cántaros, lloran a mares, la muerte de cada ilusión; y nunca demoran demasiado en descubrir que el socialismo es el camino más largo para llegar del capitalismo al capitalismo. La moda del norte, moda universal, celebra al arte neutral y aplaude a la víbora que se muerde la cola y la encuentra sabrosa. La cultura y la política se han convertido en artículos de consumo. Los presidentes se eligen por televisión, como los jabones, y los poetas cumplen una función decorativa. No hay más magia que la magia del mercado, ni más héroes que los banqueros.

La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Cuando cae el telón, una vez depositados los votos en las urnas, la realidad impone la ley del más fuerte, que es la ley del dinero. Así lo quiere el orden natural de las cosas. En el sur del mundo, enseña el sistema, la violencia y el hambre no pertenecen a la historia, sino a la naturaleza, y la justicia y la libertad han sido condenadas a odiarse entre sí.

Bonn,
Diciembre 2, 2009