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«Ni p…», «tú eres comuñanga»

Crónicas de un viaje a Miami – III Parte …tardía, incompleta y final

Souvenir

Miami fue hace meses, en noviembre. Pero la tercera crónica quedó finalmente en el tintero de Labana. Ahora, la crónica miamense ya no tendrá frescas las palabras para nombrar las sensaciones producidas por ciertos objetos, personas y palabras de otros.  Pero hay un par de imágenes, un par de notas apuradas que no quería dejar durmiendo el sueño de los «borradores» eternos.

Este post es para los amigos que leyeron los anteriores y para los que me han preguntado si hay algo que ver en Miami, si pasar de turista por la ciudad vale la pena: yo digo que sí, que al menos para los cubanos, que hemos tenido por tanto tiempo nuestro «alter-ego-oscuro-objeto-del-deseo» (así la nombra un amigo) en esa latitud, la experiencia turístico-sociológica vale la pena.

Cristobalito, el «biutiful»…

Desandando Miami encontré varios monumentos en honor a causas y personas diversas, ya nombré alguno en las primeras crónicas, pero me faltaron otros, por ejemplo,  el monumento a Cristóbal Colón.

"¡Canta, Oh Musa, la cólera del pélida Aquiles!" (o Cristóbal Colón en Bayfront Park)

El «descubridor» tiene en Bayfront Park un aspecto casi divino. Uno no sabe si pensar en Aquiles… o  incluso (después de leer la dedicatoria) en Jesúcristo. No puedo negar que me hizo gracia, que me provocó una sonrisa burlona. Pero ahora que lo pienso y que recuerdo una vieja foto de su figura en la costa cubana de Baracoa, pienso que al «pobre» Chris quizás le hicieron esta para que llevara una de cal y otra de arena, ¿no?

Dedicatoria

«Cubanglish»

Si hubiera tenido una grabadora a mano habría colgado aquí el mp3 de una conversación en Bayside. Ninguna foto puede ilustrar aquello. Mientras miro los yates cerca del puerto, paso junto dos hombres blancos (podrían ser americanos). Hablan inglés (quizás demasiado alto). Problemas personales, del trabajo: «ni pinga» [no sé si debería poner garabatos tipo «*<~#§>&¤», o un aviso a lo «post no apto para menores»] – dice uno y sigue pronunciando en perfecto inglés . «Cojones…» – introduce la próxima frase que sigue con «You´ll see…» y una larga retaíla en inglés, con interrupciones especiales para otras tantas frases enfáticas (de mayor y menor intensidad), en «cubano».

Vista del Puerto... escuchando "Cubanglish"

La escena no pudo sino recordarme a una amiga habanera que, viviendo entre Barcelona y Madrid, adoptó el acento para pasar inadvertida entre sus nuevos vecinos y sólo pudo convencer de su procedencia a cierto cubano recién llegado que le pidió el carnet negándose: «no te enseño ni ping…» – le dijo, y lo convenció, ¡era cubana!

Comunistas y gusanos

En términos políticos, Miami confirmó algunas de mis sospechas. Y borró otras. El Miami Herald, las televisoras locales, me recordaron una experiencia conocida: la ideologización desmedida, a ratos histérica, de la vida cotidiana – maquillada aquí  generalmente con apariencia  de talk show.

En la vida real, fuera de los medios, alguien volvió a acusarme con desprecio: «tú eres comuñanga», me dijo, porque quiso saber como le iba a «la Alemania pobre, la que era comunista» y no recibió todos los datos y adjetivos que esperaba. Al otro lado, ya me habían dicho muchas veces que tengo «la lengua dura», que soy «hipercrítica»… esas cosas. Me pareció gracioso comprobar, una vez más, que los extremos intolerantes se tocan,  que se adueñan de las palabras para nombrar como les parece, que no entienden de matices, de Andersdenkenden, vengan en la dirección que vengan.

En esa misma ciudad, sin embargo, otras personas que me preguntaron algo más y fueron advertidas («esta es comuñanga», les dijo) , sonrieron reconociendo el tipo de acusación – podría ser también «es homosexual» (con alguna clasificación menos «de diccionario» que todavía se usa bastante para desacreditar), o quizás «es gusana» (típica del otro lado del océano). «Nosotros también», le dijeron y siguieron preguntando.

La Libertad, la Paz, esas palabras…

Columna de la Libertad (conocida como Monumento a los Balseros)

También en Bayfront Park, cerca del puerto, hallé una torre y una columna de la Libertad, a una la reconocen como una especie de  sitio de peregrinación de los primeros exiliados cubanos de los ’60, la otra es un homenaje a los balseros de los ’90.

Torre de la Libertad (esq. Jorge Mas Canosa Blvd)

«Que la paz prevalezca en la Tierra», reza otro monumento a los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Detrás, una pareja conversa a la sombra. Hacia el sur, en Key West hay tarjas que recuerdan a Martí, fragmentos empotrados del ingenio La Demajagua, piedras de la antigua muralla de La Habana. En Vizcaya Museums & Gardens un jovencito turista español temió decirme su nombre sin saber de antemano mi reacción… se llamaba Fidel.

"May peace prevail in Earth", dice, "in many languages", la columna de la izquierda...

Entre estos monumentos, a veces una especie de negativo de las fotos de los héroes y villanos del «otro lado», caminan muchos de mis antiguos compañeros de escuela o universidad. Ellos están bien aquí, son jóvenes, educados, y tienen la vida por delante. Igual me cruzo con un señor amargado, en un país al que no quería irse, en el que sin embargo trabaja y disfruta de  nuevas comodidades y la cercanía de su familia – a la que siguió en este viaje.

En la otra esquina, otra señora, más o menos de la misma edad, ve el país con mejores ojos y disfruta, una por una, la larga lista de ventajas materiales al alcance de su mano. No tiene trabajo a pesar de sus múltiples títulos de allá y licencias de acá,  pero ganó la Lotería. Tiene el convencimiento de que «este país» no es para gente de su edad, que nunca debió venirse porque no podría olvidarse de su título académico y limpiar pisos alegremente -me dice-; pero sabe que sin ella sus hijos «no estarían hoy aquí ni tendrían las oportunidades que tienen» -agrega, se consuela pensándolo, y se seca volando el lagrimal (podría estropear su maquillaje).

“Do you need security?”

Crónicas de un viaje a Miami – II Parte

Oslo, October 9, 2009 | Nobel Foundation“The Norwegian Nobel Committee has decided that the Nobel Peace Prize for 2009 is to be awarded to President Barack Obama for his extraordinary efforts to strengthen international diplomacy and cooperation between peoples. The Committee has attached special importance to Obama’s vision of and work for a world without nuclear weapons.”

Miami, Noviembre 16, 2009 | Lufthansa Flight LH466 / Miami International Airport – Gracias a mi pasaporte alemán he podido viajar a USA visa-free. Me ahorro los formularios, entrevistas, preguntas capciosas, el reporte de mis ingresos personales. Pero viajo sola. Tomás sólo tiene su documento cubano. El mío se queda en Bonn. Con ellos podríamos acogernos a la Cuban Adjustment Act del 2 de noviembre de 1966– conocida en español comoLey de Ajuste Cubano 0 “Ley de los pies secos” [Public Law 89-732 ]. Sería aparentemente «muy fácil» entrar caminando por la frontera desde México – una vez salvadas las peripecias de la Dirección de Inmigración y Extranjería (DIE) en Cuba y del tráfico de personas en tierras sudamericanas y/o centroamericanas. Entrar por la playa sería posible también, parece. Eso sí, mucho más arriesgado – al menos para una pésima nadadora, temerosa de los guardacostas como yo. En cualquier caso, si uno es cubano y quiere asistir a la boda de una amiga, aprovechar para conocer la ciudad y volverse por donde se vino, la cosa “se complica”.

Como Pedro por su casa…

Con el pasaporte alemán la vía ha sido más expedita. Antes parece que uno entraba “como Pedro por su casa”, pero ahora el Departamento de Seguridad Nacional y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza han reforzado la vigilancia, no sea que se les cuele un terrorista disfrazado de europeo. Le llaman Visa Waiver Programm. Hay que obtener un permiso a través del Electronic System for Travel Authorization. Un software se encarga de ese detalle, luego de recibir tus datos personales, de pasaporte, de viaje, primera dirección en USA, así como tu respuesta sincera a una serie de preguntas sobre si estás contagiado con alguna enfermedad transmisible como el SIDA, si fuiste nazi, si tienes o planeas tener antecedentes penales, si has sido deportado o has retenido la custodia de un hijo de un ciudadano estadounidense… ¡Esas cosas!

El permiso electrónico no garantiza la entrada. Si el oficial de inmigración del aeropuerto te ve cara de terrorista puede negártela y has perdido tu tiempo y tu dinero – pues tanto online como en el casi idéntico formulario impreso (I-94W Noninmigrant Visa Waiver Arrival/Departure Form) que te hacen llenar en el avión, antes de aterrizar, uno debe firmar que renuncia a su derecho a protestar cualquier decisión… ¡Si no firmas, tampoco entras!

En el aeropuerto, por suerte, todo resulta menos macabro de lo que elucubré a priori. En realidad, nada macabro. Con una sonrisita plástica repito en todas las ventanillas que vengo a la boda de una amiga, que hasta tengo que dar un best friend speech y que sólo me quedo una semana. Me dejan entrar. La mayoría de los empleados tienen fenotipo y acento latino. O me lo parece. El de inmigración me toma las huellas digitales. Una por una. Las dos manos. Con un aparatico digital. Me siento un poco delincuente. Pero al menos no tengo que limpiarme los dedos de tinta con un trapo. El de aduanas se asombra de mi nombre español, mi lugar de nacimiento ruso y mi pasaporte alemán. ¿O eso fue al regreso en Alemania? Después de tantos puntos de control no estoy segura. (También en Düsseldorf, a la ida, tuve que pasar quinientas ventanillas para salir hacia USA. Y uno de los guardias, con mi pasaporte alemán en la mano, me preguntó si era peruana. Aún no sé si me quiso tender una trampa bajo sospecha de falsificadora o le interesaba mi ascendencia). Al fin, a la salida, me esperaba la familia de mi amiga. Parecía mentira que nos estuviésemos reencontrando.

Little Havanna

Miami, Noviembre 17, 2009 | Little Havana, Calle 8 – Mi primer día en la ciudad no podía empezar por otra parte. Me salto el Versalles. Y aterrizo directamente en el Dominó Club del Máximo Gómez Park – marcado con el símbolo de Florida Heritage. Hago algunas fotos de los alrededores: un poster de Mirta Medina, La Casa de Tula, Little Havanna to Go – Little Havana’s Official Souvenirs Store.

El Club del Dominó está lleno. Algunos esperan su turno junto a las mesas para entrar al juego. Otros conversan fuera. Uno llega en una bicicleta. Podría ser una esquina cubana. Lo es. Me acerco y pregunto si puedo entrar y hacer fotos. La mayoría son hombres, jubilados. En una mesa hay una china, pero parece una “china-pasada-por-Cuba”. Hay uno que quiere jugar pronto una partida porque entra a trabajar dentro de poco.

Me meto a la tienda de souvenirs y dos Rastafaris me reciben en la puerta sonrientes. No hablan español. Uno de ellos es el dueño “he comes from Barbados”, me dice el otro. En la acera titila el hall de la fama de las estrellas latinas: Ednita Nazario, María Conchita Alonso, Juan Gabriel, Marco Antonio Solís. Una pared pintada me recuerda un mural del CDR. La gente que me cruzo me habla en inglés. Con mi facha, mis pelos y mi cámara curiosa no me creen la cubanidad hasta que hablo. Luego, por supuesto, se preguntan qué hace una cubana de turista en Miami. De dónde vengo. Por qué no vivo aquí.

En las próximas esquinas se corre el rumor y uno que pasa en bicicleta vestido de blanco me pregunta: “Ehhhh, ¿me dijeron que eres cubana?” Paso por una tienda de disfraces (La Casa de los Trucos) y encuentro la Bodega de Los Pinareños, una mezcla de puesto de frutas y viandas con cafetería. Venden batidos de mamey y “platano chips bake” – en mi casa les decíamos chicharritas o mariquitas. El hijo del dueño descubre también que soy cubana y que estoy difónica por la gripe, me ofrece prepararme miel con limón, acepto.

Es como pasar por la bogeda del Chino en Guanajay y encontrarme con el hijo de una amiga de mi abuela. Me quedo y le compro un batido. Mega size – me sirve de almuerzo. Me presenta a uno que le gusta hacerse fotos. Le hago una. Luego me lo encuentro frente a un monumento alusivo a Girón (Bay of Pigs aquí) y me explica: “es el monumento a los mártires que fueron a liberar a Cuba del comunismo” (sic). Los letreros listan las organizaciones y personas que contribuyeron a erigir el monumento y concluyen: “aclaramos que no aceptamos ayuda de nadie”.

Agencias de Viajes a Cuba, un carro con una chapa de “God is my pilot”, una tienda de tabaco bautizada El titán de Bronce, el Lincoln-Martí Child Care Center, una venta de coco frío, una peluquería desteñida con el anuncio de “manicure-peluqueras cubanas”, unos ancianos que bailan en un salón del Little Havana’s Activities Center Inc., un puesto de “fritanga” centroamericana, una taquería, un Policlínico Pastorita Inc., un Bar Molino Rojo que se parece a los peores de Infanta, un edificio José Martí… y la calle empieza a entrar en el Dowtown.

“I have a Dream”

Me subo al Metromover y me bajo en el Government Center, al lado del Miami-Dade Cultural Center. Me pierdo la historia del Sur de Florida – es la hora del cierre. Pero antes tengo tiempo de entrar a la tienda de souvenirs y comprarle a Tomi una réplica de periódico viejo, con el discurso de Luther King (“I have a Dream”). Tengo curiosidad y miro la presentación del Premio Nobel de la Paz de los noruegos en 1964: “Though Martin Luther King has not personally committed himself to the international conflict, his own struggle is a clarion call to all who work for peace. / He is the first person in the Western world to have shown us that a struggle can be waged without violence. He is the first to make the message of brotherly love a reality in the course of his struggle, and he has brought this message to all men, to all nations and races. /Today we pay tribute to Martin Luther King, the man who has never abandoned his faith in the unarmed struggle he is waging, who has suffered for his faith, who has been imprisoned on many occasions, whose home has been subject to bomb attacks, whose life and the lives of his family have been threatened, and who nevertheless has never faltered. ”

En el Miami Art Museum (MAM) presento mi carnet de estudiante y entro gratis. Una muestra de la obra del argentino Guillermo Kuitca me confronta con lienzos donde una cama o los planos de una casa de clase media se convierten en planos de instituciones, sociedades, regiones del mundo en conflicto, números pequeñitos de tinta variable cuentan del 1 al 30 mil los desaparecidos por la dictadura, los lienzos se convierten ellos mismos en trozos de camas, el artista perfila el mapa físico de Afganistán sobre un colchón, el espacio público y el privado se mezclan, se confunden, lo atormentan, una luz redonda alumbra un escenario, un teatro, una casa, un charco de sangre, la mesa de un bar. Afuera del Museo hay gente con aspecto de homeless por todas partes, rodean el edificio, ocupan los jardines, se mezclan con obreros y empleados menores que terminan de trabajar. Parecen todos negros y latinos. Me han advertido que no me les acerque. Que tenga cuidado, «sobre todo con los negros». Pero yo pienso, irreverente, que “perro no come perro”. Les sonrío. Me hacen un piropo sin dientes. Le agradezco y el tipo se alegra inesperadamente: “¡Te dije que esa mulata tan linda tenía que ser latina!”. Les sonrío otra vez.

En general la gente en la calle ha sido extremadamente amable, solícita. Basta con que mire un mapa o me pare pensativa en una esquina o frente al esquema del Metromover para que salte un guardaparques, un guardabosques, un empleado público, un polícia, el portero de un hotel, un oficial del tránsito, un peatón, un pasajero: “How are you doing today ma’am? – la frase me parece como más de lo que realmente me quieren preguntar, más de lo que quiero responder, pero me hace sentir a gusto. Digo “fine, thank you” y con eso basta. “Are you lost? Do you need help? Where do you want to go?” Con ayuda de un oficial y su laptop a bordo de un auto rotulado de un servicio de Transit Information encuentro la parada del bus que necesito para llegar a casa, me siento, todos pasan, el mío se demora – algunos pasan sólo cada hora. Es noche y estoy sola en una calle paralela a Flagger Street, entre un parqueo y un almacén, cerca de la salida a la autopista. Pasa un joven, negro, flaco, de aspecto descuidado. Leo un libro sentada en el banco de la parada. Me han dicho que debo tener cuidado pero a dónde voy a correr a estas alturas. El muchacho me mira al pasar, me dice algo en un inglés impronunciable que no sé si es muy americano o muy creole y sólo entiendo su cara simpática y una frase final: “Do you need security?”“No, but thanks”, le sonrío y sigo leyendo.

The Black Miami

En la noche paseamos por Coconut Grove. Era un barrio de negros unas láminas con aires de documento histórico lo recuerdan. Pero los blancos fueron comprando y renovando el barriome dicen. En la guía turística alemana leo que fue centro del movimiento cultural y artístico de los ‘60. Ahora es una zona chic alrededor del centro comercial CocoWalk: callecitas con aires de boulevard, boutiques, pequeñas galerías de arte, restaurantes de concepto (en uno se pueden pintar vasijas para relajarse antes o después de comer, en otro parece que uno está en una esquina bonaerense de ensueño).
Me haría ilusión aparecerme en el barrio de los negros. Ir caminando por ahí y encontrarme con una iglesia de esa de las películas (con perdón de la ingenuidad, ¡¿qué le voy a hacer a mis propios clichés!?): un pastor dando gritos morales para encaminar a sus hermanos y un coro con una negra gorda á la Whoopi Goldberg o Queen Latifah en el centro, cantándole gospels a Jesúcristo… Pero todos me advierten que es peligroso. Que no debo. La guía (escrita para turistas alemanes) lo advierte también. Por si acaso, me resigno. Me monto en el Metrorail en Hialeah. Y voy de pie, como los niños, mirando Liberty City, Allapatah y Overtown por la ventana. No hago fotos. Desde arriba sólo alcanzo a ver una especie de plano de los barrios. Algunas mujeres conversando en la puerta, un par de niños a horcajadas sobre la cadera de sus madres. Un hombre sacando la basura. En las estaciones del MetrorailDr. Martin Luther King Jr., Bronswille, Earlington Heights, Allapattah, Santa Clara, Civic Center, Historic Overtown/Lyric Theatre – tantos años después, pareciera que sólo montan negros. No estoy acostumbrada a los ghettos. Ni en el barrio chino de La Habana se encuentran esos límites definidos que también me tropiezo en los barrios turcos de Alemania.

Junto a los típicos murales del mejor empleado del mes, un desplegado me llama la atención en todas las paradas de este tramo: se ofrece atención psicológica o psiquiátrica a los veteranos de guerra. Dos hombres en sillas de ruedas y uno de mirada perdida se bajan en Civic Center. A un lado está el University of Miami-Jackson Memorial Medical Center y al otro el Miami Veterans Affairs Medical Center. Suben varios con muletas. Otro en silla de ruedas.

Washington, December 1, 2009 | The New York Times – “President Obama went before the nation on Tuesday night to announce that he would escalate the war in Afghanistan. And Mr. Obama went before the nation to announce that he had a plan to end the war in Afghanistan./ If the contrasting messages seemed jarring at first, they reflect the obstacles Mr. Obama faces in rallying an increasingly polarized country that itself is of two minds about what to do in Afghanistan. For those who still support the war, he is sending more troops. For those against it, he is offering the assurance of the exit ramp.”
Bonn,
Diciembre 3, 2009

„This is America, ma’am, you can have everything you want“

Crónicas de un viaje a Miami − I Parte

Hace un mes volví de La Habana. En las radiocaseteras de los taxis y en la pantalla de los reproductores de DVD de diversos centros gastronómicos en CUC sonaba un hit de la Charanga Habanera: “…tú llorando en Miami, yo gozando en La Habana” − Miami, una vez más, como concreción de lo que me gusta llamar “el Alter de nuestro Ego”.

Miami – el Downtown, desde el Vizcaya Station Pedestrian Overpass

Miami, el país

Desde que tengo memoria la flamante metrópoli de la Florida ha estado en boca de la familia, de los líderes políticos, de los amigos, de los libros y los maestros de historia, de la prensa nacional… Para muchos cubanos, la geografía de los Estados Unidos bien podría resumirse a Miami − el resto del país esta más lejos, puede ser muy frío, habla demasiado inglés… Las decisiones políticas se toman en Washington, pero el lobby que las gestiona proviene de Miami. Los insomnes en Seattle, los puentes de Madison, el Sex y la City de New York, CSI Las Vegas, todas las películas del sábado o las de Tanda del Domingo parecen provenir de otro país. No de Miami. Allá se refugió la aristocracia de la isla en los ’60 − a esperar que cayera Fidel Castro. De allá vinieron «los mercenarios» de Playa Girón − a tumbarlo. Allá está «la escoria» que se marchó por el Mariel en los ’80. Allá fueron a parar «los balseros» sobrevivientes de los tiburones y de Guantánamo en los ’90. O los que se ganaron «el bombo». Desde allá se emite aquella Radio Martí que mis vecinos sintonizaran en las tardes − clandestinamente. De allá provienen las imágenes de exiliados radicales que transmite la Mesa Redonda, pidiendo que caiga el avión que trae de regreso a Elián González, o que les concedan tres días para matar comunistas cuando caiga el tirano, que Juanes no dé un Concierto por la Paz porque a la isla le faltan libertades políticas. Y hasta allá, de todos modos, querían llegar muchos de nuestros compañeros de estudios de la Universidad, una vez graduados − o incluso antes si se les presentaba la oportunidad. Muy cerca uno podría realizar el sueño: “un carro, una casa… una buena mujer”.

Foto obligada: el punto más al sur de la América del Norte continental

Sólo a 90 millas

El dependiente del Hard Rock Café de Key West lo sabe. A pocas cuadras los cubanos hacen cola para retratarse frente a la boya gigante que marca el punto más al sur de la Florida. Yo he venido también, en el último día de mi primera visita a EE.UU. − que resultó ser directamente a Miami y no a Nueva York como habría imaginado. Desde aquí la distancia es más corta a Cuba que a Miami sólo 90 millas contra más de 150. Le pregunto al dependiente si puedo ordenar aquel jugo delicioso que ha servido a otra muchacha en otra mesa y me sonríe, pícaramente: «Yes, Wildberry Smoothie …This is America, ma’am, you can have everything you want!“

Contra natura

No tengo familia en Miami. Sí algunos amigos. Y muchos conocidos. A veces me parece que la mitad de mi generación vive allí. El Facebook me devuelve fotos de gente de La Lenin, de la Universidad de La Habana, de la Facultad de Matemática, de Comunicación, de Derecho, de Economía, de la CUJAE. El día que una de mis mejores amigas de la Universidad me anunció que se mudaba a Miami estábamos sentadas en el Café Literario de 23 y 12, en el Vedado. Era el inicio de las grandes separaciones geográficas (acaso también políticas) de mi vida adulta. Y lloré unos segundos, disimuladamente. Por una parte nunca le había escuchado planearlo y me tomó por sorpresa. Por la otra, irse a Europa o a América Latina ya había sido aceptado entre los amigos (como una alternativa económica de peso político soportable) la primera vez que alguno lo planteó como posibilidad. Pero irse a Miami parecía casi contra natura − contra la natura del animal político que habíamos sido.

Ella sería feliz

…Lo demás no importaba demasiado. Cualquier juicio político a esas alturas era sencillamente confuso. Ella tenía el convencimiento todavía inseguro de que la esperaba una vida mejor. El mismo de otra amiga que viajó por asuntos de trabajo a México y cruzó la frontera para encontrarse con su amor cubano-americano. O el de los que se vinieron en lancha y limpiaron pisos y trabajaron en la construcción mientras las cosas tomaban su nivel. O el del que se perdió el nacimiento de su primer hijo por llegar un año más tarde que su esposa − que navegó embarazada y clandestina. Cualquiera de ellos confirmaría la sonrisa pícara de mi dependiente del Hard Rock Café. Unos porque el gobierno cubano les prohibe volver y se resignan, pues en definitiva: “este es el mejor país del mundo, el del cielo más azul y las playas más lindas” . Otros porque alcanzaron el tope de sus aspiraciones o lo avizoran. Otra porque el amor resultó cierto y tuvo un hijo: “porque las cosas buenas cuestan caras”. Mi amiga porque se acaba de casar felizmente. Porque fui a su boda. Porque pudo planearla sin escaseses. Las quinceañeras porque a falta del Hotel Nacional de La Habana tienen al Vizcaya Museum & Gardens y más recursos, para mantener aquella tradición anacrónica de presentarse como «señoritas casaderas» en sociedad.

Fotos de Quince en el Vizcaya Museum & Gardens

«Este país»

Cuando hablan de su país de acogida, la mayoría me habla en realidad de Miami, que sigue siendo en cierto modo la encarnación del país y del mundo exterior a la isla porque aún no han viajado demasiado. Dicen “este país” y noto una referencia a lo ajeno pero − a fuerza de tener que elegir entre nuestro Alter y nuestro Ego − también dicen “nosotros” y se incluyen en la población y el orgullo nacional. La bandera de EE.UU. ondea múltiple por todas partes, en los edificios públicos, en las empresas, en los hoteles. En sus casas algunos cubanos ponen una pequeñita junto a la cubana. La calle es prácticamente bilingüe. Y aunque en el corazón del Downtown sólo parece hablarse inglés, son muchos en la ciudad los que hablan además español, o sólo español. Muchos letreros están adicionalmente en el creole de la comunidad haitiana, que parece haber adquirido dimensiones considerables.

Everything I want?

Yo tengo el convencimiento de que no podría vivir allí. Algunos sentimientos me siguen pareciendo contra (cierta) natura. Pero estoy de visita. Así que logro disfrutar la ciudad, hacer “sociología del baile” y descubrirle un sentido propio al “you can have everything you want”. Me resisto a la certeza de todos de que uno no puede moverse en Miami sin auto. Descubro el transporte público: Metrobuses, Metrorail y Metromover desmienten mi desamparo de “turista de a pie” y me dejan trasladarme a/desde zonas más alejadas de la ciudad. El Metromover es gratis y tiene tres líneas que se cruzan y avanzan colgadas de un sistema aéreo por sobre todo el Downtown. Desde arriba puedo ver el Skyline, el Miami River y bajarme en cuanto avisoro el mar, cerca del puerto, en Bayfront Park. Me encuentro una playita ínfima, donde la gente se refugia después del trabajo: una joven lee, otra mira al horizonte, un muchacho escucha música rodeado de palomas y se mueve con ritmo, sentado.

Playa pequeñísima en Bayfront Park – cerca del Puerto de Miami

Cerca del desagüe de un restaurante aparece una manati con su cría y recuerdo la ternura que las imágenes de ese extraño mamífero en peligro de extinción nos provocaban en la escuela primaria. Caminando sin rumbo por Flagger Street escucho Jazz, en vivo. Tengo delante una esquina de La Habana, un centro comercial llamado La Época. Conserva la misma arquitectura, la misma identidad visual de su homólgo venido a menos en La Habana. Sus dueños fueron dueños antes al otro lado del mar. Es martes y los martes es día de mojitos. En una acción de promoción de ventas un trompeta, un guitarra y un percusión cubanos improvisan una Jam Session y yo tomo asiento, mojito gratis y disfruto la descarga.

Bonn,
Diciembre 2, 2009

Una bocanada de aire fresco para Cuba

[Este es el concierto otra vez. Otro concierto. Otra verdad u otras mentiras, tal cual fueron para otro amigo entrañable que sí estuvo allí, en vivo, y que no pudo resistirse a re-vivirlo todo en video un día después – porque ya el video de cinco horas anda rodando de mano en mano!! …Leyendo a Ernesto uno encuentra más razones para creer que efectivamente – «duélale a quien le duela» – necesitábamos este exorcismo y aún necesitamos otros, uno encuentra razones para espantar nuestros propios discursos excépticos y desangelados, para imaginarse un proyecto de país que no se deje secuestrar ni por la inercia, ni por las «aplanadoras»]

Por: Ernesto García

«Estoy aquí, escuchando a Van Van, y quiero escribir algunas impresiones sobre el concierto Paz sin Fronteras que al final se hizo acá en La Habana ayer, ‘duélale a quien le duela’, como dijo Formell. Es difícil trasmitir con palabras lo que sentí, más cuando yo no soy muy dado a eso de ‘ser escritor’. Soy usualmente más de debate, de conversar, de intercambiar impresiones y opiniones en vivo y en directo. A mis amigos y familia los invito acá en La Habana a debatir, mientras tanto algo adelanto.

«Desde el terreno, allí en vivo en medio del calor, del sudor y la pegazón de la masa humana ávida de música y diversión, el concierto no se ve igual que desde el TV. No digo que se vea mejor ni peor, sino diferente. De hecho estoy aún por ver la versión de TV que también hay que verla, pero esa se puede grabar y verse después. La versión viva es una sola y no podía perdérmela. A los que no estaban aquí para verlo, mi intención no es darles envidia, que ya sin estas palabras mías tienen un poquito. Envidia sana por supuesto, que estoy seguro que todos están alegres por Cuba y por los cubanos.

«In situ no se perciben muchos detalles. Hay cosas que pasaron de las que supe hoy por la mañana por las noticias y por las tantas cosas que he leído y que aún tengo por leer, tanto de familiares como de amigos en blogs, emails, etc. No me percaté, por ejemplo, que Tañón tiró a mierda a Daddy Yankee, Don Omar y Wisin&Yandel, pues, dijo, «La Tañón está aquí» (creo que cuando dijo eso yo estaba muy ocupado jugando a avanzar dentro de un camello, por en medio de la multitud, en mi último intento por llegar al frente). No me percaté tampoco del simbolismo de la letra de la canción de Carlos Varela (‘La verdad de la verdad es que nunca es una ni la mía, ni la de él, ni la tuya’) pues a decir verdad, por mucho significado que tuviera la canción, a esas alturas la gente que llevaba cuatro horas paradas lo que quería era mover los pies – que estar parados y con los pies tiesos da tremendo dolor. El movimiento al menos disfraza el cansancio. Me percaté, sin embargo, del verso de Miguel Bosé ‘Dame una isla en el medio del mar, llámala libertad’, aunque en el furor de los gritos no fui consciente de que Juanes mencionó a Los Aldeanos, según dicen.

«Estar ahí, sin embargo, me permitió percibir la felicidad tremenda que tenía la gente de disfrutar de un concierto que a pesar de los pesares finalmente se dio, de un concierto que no pudo ser opacado por los visibles problemas de producción que tuvo, que en ocasiones me hizo pensar que al final no podemos hacer nada acá del todo bien, ni siquiera cuando tenemos el financiamiento que tuvo este evento. Nadie habla hoy del lamentable problema de audio – escandaloso en su momento – que hubo al principio de la presentación de Van Van, quienes se levantaron muy bien, como hacen los grandes cuando se caen, y por encima de todas esas dificultades, terminaron el concierto por todo lo alto. Quizás la inigualable oportunidad de estar siendo televisados para el mundo entero, publicidad gratis y bien recibida por cualquier orquesta, fue junto a la emotividad del momento, combustible suficiente para que se crecieran como lo hicieron, remitiéndose a canciones clásicas que hace décadas los hicieron famosos.

«Todos hablan hoy de ese final tremendo, que junto al inicio estridente e imponente de la puertorriqueña convirtieron al concierto en algo inolvidable para los que allí estábamos. Ella estaba visiblemente emocionada. La voz no le dio para poder decir todo lo que hubiera querido, pero la verdad es que no se midió en decir lo que quiso, sin temor a los problemas que se pueda buscar ahora con esa turba de chusmas que ponen tan bajo el nombre de Cuba, aplastando discos y dando perretas de muchachos majaderos a varias decenas de millas de distancia, mientras la mayoría de los cubanos del mundo añoraban estar de nuevo en su tierra.

«Esos que nos querían quitar el concierto no saben el daño que nos hubieran hecho. No le crean al que les diga que nada cambió en Cuba después del concierto, no le crean tampoco a los que digan que el concierto no fue político, aunque haya estado bien alejarse de manifestaciones políticas explícitas (porque las hubo implícitas en los gritos y cantos de muchos de los protagonistas). Un evento como este en Cuba es imposible que no tenga un matiz político, al menos no en mi mente altamente politizada. Y el cambio que trae un evento como este no es un cambio inmediato, explícito ni visible. Es una influencia leve, sutil, pero esperanzadoramente eficaz en la mente de la gente, en el subconsciente de la gente. Muchos hoy hablan de esto, de hecho nadie habla de otra cosa, aunque probablemente de aquí a un par de semanas todos hayan vuelto completamente a su rutina. El mensaje de paz puede parecer simplista, idealista, abstracto, demagógico, etc. (aunque yo creo que en el fondo es sincero) pero es un mensaje que se impregna en la mente de la gente, alejando odios, aislando extremos. Es un mensaje positivo para los de aquí y los de allá, los que de verdad queremos un futuro mejor y no andamos pregonándolo tanto, porque no tenemos tiempo para eso. Eso se percibe cuando Juanes grita Miami en medio de La Plaza de la Revolución y todos gritan y suben sus manos de júbilo. Y no era (eso se los aseguro yo que estaba allí) el júbilo de oír a gritos el nombre de un lugar a donde muchos quisieran ir hoy, sino el júbilo de escuchar una palabra prohibida gritada tan alto, tan desinhibidamente, sin la palabra «mafia» como coletilla. Se percibe cuando se oye a la puertorriqueña decir a voces que Cuba y Puerto Rico son «de un pájaro las dos alas» y se escucha detrás la reacción emotiva de la gente, la reacción emotiva de uno mismo gritando emocionado, pues siente que se dijo desde el corazón de una mujer que demostró que le importa poco las amenazas que recibió y los problemas que le esperan por haber sido tan atrevida.

«Emociones y significado aparte, el concierto como concierto en sí fue tremendo. Destacaron Olga y Van Van, que movieron a la gente de una manera que yo no veía desde los conciertos en La Lenin más de diez años atrás (uufff, qué viejo estoy). La gente se divirtió, y hasta para el que no le vio (porque no pudo o porque no quiso) todo el significado que yo le veo, la oportunidad de salir de su rutina, de olvidar por unas horas sus penas y desgracias, de participar de un evento tan grande, de ver tanta gente reunida divirtiéndose (porque al final de eso es de lo que se trata cuando se está ahí presente) es algo que hubiera sido muy lamentable no haber tenido. Fue una bocanada de aire fresco para Cuba.

(…)

«Ayer en la noche vi el concierto en video, y pude disfrutar de muchos detalles que en vivo se pierden. Me percaté de cosas que ya me habían comentado amigos y parientes, muchos de ustedes, y de otras que no las había oído de nadie. Me percaté del letrero en el pulóver negro de Carlos Varela, «Tengo una camisa blanca» decía. Pude escuchar detenidamente a la corista de X Alfonso con su mensaje de STOP que a Rossi le gustó tanto. Le di coco a la letra de la canción de Varela, que en el concierto me pareció cansona pues a esas alturas la gente tenía más ganas de mover los pies que de escuchar un mensaje profundo. Vi a la puertorriqueña cuando mandó fuera a los reguetoneros del momento, pues (dice) «llegó la Tañón a cantar en La Habana, Cuba», cosa que sólo había escuchado en relatos. Busqué (y encontré), por ejemplo, el momento en que Juanes hace mención pública de Los Aldeanos, cosa que muchos de ustedes al haberlo visto por la TV desde la primera vez lo notaron (aunque quizás no se percataron de que fue Yotuel de los Orishas quien, al ver a Juanes enumerando a los artistas del concierto, y ver que se estaba quedando ya sin nombres, le susurró al oído el nombre de los Aldeanos).

«También la inmensa cantidad de gente y su alegría se percibe en el video de otra manera, menos cercana, menos cálida, pero más impresionante por su magnitud. Las imágenes tomadas desde lo alto son las que verdaderamente echan por tierra toda teoría de que el concierto no debía hacerse. Tengo que reconocer que siento un poco de satisfacción morbosa dentro de mí tan solo de imaginarme a los viejos de la Calle 8 de Miami revolviéndose en sus ataúdes ideo-ilógicos mientras alguna televisora de allá mismo trasmitía el concierto. Es la hora de los jóvenes.

«Pero por sobre todo, fue nuevo para mi poder ver la cara de los artistas, que en el concierto en vivo, ahí parados en la Plaza sólo se pueden ver ocasionalmente muy de lejos en la pantalla. Pude ver sus expresiones, que dicen mucho de lo que sentían mientras estaban allí cantando. Se nota una diferencia entre un artista dando un concierto profesional, y estos artistas aquí, que vinieron más bien a divertirse, que vinieron porque querían, y no por hacer una presentación comercial, que vinieron a cantar en Cuba porque de verdad lo deseaban, como algo que proféticamente sabían que marcaría un antes y un después en sus respectivas vidas, que quizás los haría llorar, como muchos hicieron en ese final. Se nota en lo humanos que se mostraron, en sus errores al tratar de improvisar, en la voz que a algunos no les dio para terminar, en la relajación que sentían al saber que todo no tenía que ser perfecto, que la gente allí les perdonarían sus fallas con tal de verlos tal cual son.»

La Habana,
Septiembre 21, 2009

Otra de mis propias mentiras sobre la verdad

[Esta es la reacción de una amiga, a los intercambios de estos días de (des)concierto… las comparto porque me ayudaron a superar algunas «violencias» pos-concierto]

Por: Janny Amaya Trujillo

«Esta nota llega con mucho retraso. Ya han pasado más de veinticuatro horas después del dichoso concierto. Ya la gente que estuvo en la Plaza fue a su casa, y descansó. Ya se bailó, ya se cantó. Ya he presenciado, incluso, algunos exorcismos electrónicos de los que no estuvieron, pero estaban. Ya el concierto está en Youtube, y la prensa publica todo tipo de comentarios. Ya Kalo- desde La Habana- publicó sus fotos, Alain- desde Miami- casi me hizo llorar, y Rosa- desde Bonn- ha gritado su propia “verdad sobre la verdad”, que tanto se parece a la mía. Y ahora, un día y pico después, a mí me asaltan mis propios demonios.

«Yo no estuve en La Habana ese día. Me perdí otra vez en la languidez del domingo tapatío. Ni siquiera acompañé a Leo y Jesús, dos amigos cubanos que seguían con avidez lo que estaba pasando en La Habana, gracias (otra vez) a la magia del internet. No estar fue, quizás, mi modo muy personal de asistir a ese concierto. ¿Por qué no “estuve”? ¿Por qué decidí no “estar”? No sé, francamente, no lo sé. En parte, es eso lo que trato de entender mientras escribo estas líneas…

«¿Que si me hubiera gustado estar ahí? Sí. Claro que sí. ¿Por qué? Por un montón de razones diversas y dispersas. No es tan simple como que me guste Bosé, o que nunca haya estado en un concierto de Orisha. Tampoco es por Yerbabuena, Víctor Manuel o Jovannotti. Ojalá fuera eso.

«“¿Acaso no estábamos tú y yo ahí, vestiditas de blanco, y agitando banderas?”- me dice una Patricia entrañable, desde la Costa Oeste. “Gente, esto fue un ensayo. El concierto de verdad es el domingo que viene”- dice otra Patricia, también entrañable, ésta desde La Habana. Y mientras, yo sigo aquí, “sentada en un contén del barrio, como hace un siglo atrás”, haciendo un pastiche musical un poco patético, entre Carlos Varela y Miguel Bosé, inventándome en esta sala mi propia plaza y mi propio concierto, haciendo de esta nota mi propia bandera.

«¿Por qué tanta importancia a este concierto? ¿Por qué hacerle tanto caso? ¿Quién dijo que la música puede cambiar algo? ¿De qué puede servir este concierto? Yo no sé para qué servirá; pero sé de algunas cosas para las que ya ha servido.

«Sirvió para que se reunieran en la Plaza más de un millón de cubanos. No hubo convocatorias, ni consignas políticas, ni sindicato, ni otro sentido que (¿el sinsentido?) de la paz y la esperanza. Y ni el sol habanero pudo contra eso… Sirvió para que llegaran a cantar unos cuantos (ahora no importa cuál de ellos más famoso) que jamás habían puesto un pie en La Habana, y para que regresaran otros (que siempre fueron bienvenidos). Sirvió también para saber de otros que tal vez no llegarán nunca a la Plaza. Sirvió para llenar a la gente de alegría, para poder cantar y bailar, así, peligrosa y simplemente felices. Y eso es muy importante…

«Sirvió para que un montón de brutos pisoteara discos en la calle ocho. (Lo siento, el concierto es por la Paz, pero a mí me sirvió para saber que, definitivamente, tampoco puedo estar en paz con ellos…)Sirvió para pintar de azul y blanco una plaza que casi siempre lleva otros colores…Sirvió para que ondearan juntas y fraternas, aunque fuese un ratico, esas banderas de la foto de Kalo… Sirvió para que algunos “anotaran puntos”, a favor de sus propios “equipos”, pero sirvió también- como diría mi papá en términos beisboleros-, para “poner la bola en movimiento”. Sirvió para cambiar, por un instante al menos, las reglas de juego, y hasta los adversarios…

«Sirvió para que un montón de amigos regados por el mundo se reunieran otra vez, casi mágicamente, en esa misma plaza donde casi todos vivimos los amaneceres del primero de mayo… Sirvió para volver a pensar en las sillas vacías y en la “foto de familia” de la que canta Varela…

«Sirvió para pensar (otra vez con Varela, y con Rosa), en las veinticinco mil mentiras sobre la verdad; para recordar que “la verdad de la verdad es que nunca hay una”; y hasta para saber que esa verdad también pudiera ser mentira. Sirvió para que me animara a pensar en mis propias mentiras sobre esta verdad (o en mis propias verdades sobre las mentiras). Sirvió, tal vez, para que otros también lo piensen con nosotros…

«Otra vez, me pregunto por qué no “estuve” en el concierto ¿por qué no lo seguí? Debo confesar que a ratos, desconfío un poquitico de las “esperanzas”, y que hago todo lo posible por defenderme de las “utopías”. Quizás sea eso: me creí por un instante mi discurso escéptico y desangelado. “Un concierto es un concierto, y punto”, dije. Y esa fue (“ojalá”) otra de mis propias “mentira sobre la verdad”.»

Guadalajara,
Septiembre 22, 2009

[Mi agradecimiento]:

«gracias por esas mentiras o verdades… yo ayer (después de unos cuantos debates electrónicos con gente que ni siquiera conozco… ensayando la «democracia deliberativa») tuve pesadillas con todas las mentiras y todas las verdades, con todas las paces y todas las violencias, con todas las utopías y los escepticismos, con todos los amores y todos los odios… cuando desperté esta mañana supe también que nunca tendré paz «con ellos» y decidí «no estar» por unos días, tratar de curarme la desesperanza que me dan los brutos, las vueltas y revueltas de tuerca… pero contigo «estoy» de nuevo. Un beso. Y gracias otra vez.»

Bonn,
Septiembre 22, 2009

La Verdad de la Verdad …

Anoche seguí el concierto «Paz Sin Fronteras» por internet, por varios sitios a la vez, tratando de captarlo todo, el mejor color, el sonido más estereofónico, los locutores de Cubavisión Internacional que por momentos me hacían pensar que estaba sentada en la sala de mi Habana.

Alrededor de 1 millón 150 mil cabezas moviéndose bajo el sol de la Plaza de la Revolución, la Avenida Boyeros, la inmensidad de la calle Paseo. Ropas blancas y sobrillas de colores. Mientras tanto – dice El Nuevo Herald – 10 pares de pies (en la foto no se ve más) aplastaban discos en la calle 8 de Miami, con una aplanadora!!!

Pero el concierto se hizo, como decía Juan Formell antes de unir en el escenario a sus Van Van con el resto de la tropa (los cubanos Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, X Alfonso, Carlos Varela y Orishas, los españoles Luis Eduardo Aute, Victor Manuel y Miguel Bosé, el italiano Jovanotti, la banda cubano-venezolana Cucú Diamante y Yerba Buena, los puertorriqueños Danny Rivera y Olga Tañón, el ecuatoriano Juan Fernando Velazquez): «duélale a quien le duela».

Los que estamos fuera (también muchos desde Miami) intercambiamos links, post y comentarios de Facebook. Seguimos las palabras contenidas de los artistas. La elección de las canciones… ¿apolíticas? Los que estaban dentro, a viva voz, cantaron con Silvio «Ojalá». A viva voz, también, soñaron una Isla con Bosé. Y a viva voz no le dió la gana a Carlitos Varela de vestirse de Blanco («tengo una camisa blanca» aclaraba el letrero impreso sobre su camiseta negra). Y no cantó «Como los Peces», sino que repitió «25 mil mentiras sobre la Verdad»:

 

«Nostradamus nunca tuvo la verdad

ni los Beatles, ni Galileo

Hare Krishna nunca dijo la verdad…
ni Jesús, ni Julieta, ni Romeo.

«Los poetas nunca escriben la verdad
ni la Biblia, ni los diarios,
los profetas no adivinan la verdad,
ni los pobres, ni los millonarios.

«La verdad de la verdad
es que nunca es una
ni la mía, ni la de él, ni la tuya.
La verdad de la verdad
es que no es lo mismo
parecer
que caer en el abismo
de la verdad.

«Los maestros nunca enseñan la verdad
ni los reyes ni los Mesías,
los ejércitos no tienen la verdad
ni las leyes ni la astrología.

«La verdad de la verdad
es que nunca es una
ni la mía, ni la de él, ni la tuya.
La verdad de la verdad
es que no es lo mismo
parecer
que caer en el abismo
de la verdad,
de la verdad.
Pequeños sueños
Robinson (Solo en una isla)
Sequía del alma
Será sol»

Por eso Mayito, de los Van Van, gritaba también a voz en cuello, antes de las lágrimas emocionadas de la Tañón y de Bosé, antes del agradecimiento de la puertorriqueña a su familia, que entendió y la apoyó para hacer el concierto a pesar de las amenazas de muerte del extremo radical de Miami (acaso los mismos que «aplanaron» sus discos?):

«Cultivo una rosa blanca,
en julio como enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

«Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni orugas cultivo,
cultivo una rosa blanca»

«Nostradamus nunca tuvo la verdad

ni los Beatles, ni Galileo

Hare Krishna nunca dijo la verdad…
ni Jesús, ni Julieta, ni Romeo.