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Palabras (I)… “selbstverständlich”

Selbstverständlich es una de mis palabras-concepto preferidas en alemán. Quizás porque creo que resume mi único convencimiento actual. Que nada es selbstverständlich – evidente, obvio, natural, sobreentendido, inevitable, dado por hecho o por descontado, ¡por supuesto!, ¡no faltaba más!

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Nostalgia por El Cielo

Había una feria de libros. En La Colina. Frente al rectorado. Una amiga compró aquel librito azul. De un autor, diz que repentista, aún desconocido. Leímos unos versos, apuradas… y corrimos a comprarlo:

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Geografía personal (II)

Para telegonz, que me trajo estos recuerdos con sus trenes

En nuestro paso de La Habana (Campo) a la (Ciudad de) La Habana vivimos unos meses en una estación de trenes: General Peraza. No era la casa del jefe de estación, sino la estación misma, fuera de servicio. El primer intento de casa propia. En Boyeros.

Por el camino al supermercado, ida y vuelta, arrastrada de la mano de mi madre, sin sacar la vista de las letras, leí mi primer «libro»: Cenicienta o Blanca Nieves, no recuerdo. En el antiguo patio de espera, junto a los rieles desactivados, ellos leían Cuando tu hijo te pregunta. Mientras, Mamá, papá y yo me enseñaba que los niños venían al mundo a través de un «cuello de tortuga». Construímos paredes, con ayuda del abuelo. Visitamos la escuela donde debí ingresar en septiembre (era verano). Hicimos amistad con los vecinos, y con sus hijas gemelas.

Un día cualquiera de un calendario demasiado corto, un funcionario decidió que necesitaban el establecimiento. Para un proyecto municipal, dijo. Y vino el desalojo.

Muchos años después, el funcionario fue a prisión. Por corrupto, nos contaron. Pero entre tanto hubo psicólogos, cartas al presidente de la República – sin respuesta -, y recuadros amargos en los libros de Historia: «el desalojo campesino»«de la república neocolonial que no conociste». Un albergue temporal en el Vedado. A tres cuadras de Coppelia. A cuatro más del Malecón. Con helados de todos los sabores. Y José Luis Perales entonando a grito pelado: «Y como es él? A qué dedica el tiempo libreeeeeeeeeeee? Pregúnnntaleeeeeeeeeeeeeeeeeee… en qué lugar se enamoró de ti?»

Leí otro primer libro: Pippa medias largas. Y otro: El Principito. Segundo grado. La primaria Olo Pantoja Tamayo. En la esquina. Creo que la madre del mártir vivía en la cuadra. Yo tenía llave de casa. Iba sola a la escuela. ¡Mi madre era europea! Mi padre me hacía unas trenzas apretadas después del desayuno.

En el supermercado de 17 y K vendían pasta dental rusa. Panecillos de ajo. Queso proceso. Leche por Venta Libre. En una casa gigante, destartalada, al lado del albergue donde habitábamos un cuarto con barbacoa, una familia negra de quizás 30 miembros (quizás más) sacaba «los mandados» en carretilla. Con dos o tres «libretas de abastecimientos» presilladas y enfundadas en el mismo sobre.  Por la escalera del costado, como «colada», subía una rusa, casada (creo) con un profesional de esa familia. En la ventana del otro costado, una negra gruesa gritaba a voz en cuello: «Pero que nadie, nadie, nadie quiere a nadieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee«. Era a finales de los años ’80 y la familia respondía al unísono, desde todos los rincones de la casa: «Se acabó el querer». Desde entonces mi madre comenzó a desarrollar cierta aversión a los Van Van, que se convirtió en verdadera intolerancia años después, mientras Pedrito cantaba pretencioso «Gallina Vieja«.

Luego vino la semana de receso. Tarará. Una casa con cristales al mar y muchos niños. La guagua de regreso. El ensayo de una canción-parodia aprendida en los días de campamento: «Isaura la de La Esclava, pobrecita con su frente ‘e guagua… Como Isaura no templ…  a Tobías lo mataron señorito… Ay Isaura, ay, ay Isaurita, ay, ay te quedaste con las ganitas…». Dos cuadras antes  – imagino – disimulamos con un tema infantil apto para el oído de los padres. En el patio, la noticia: tendríamos casa nueva, un «apartamento afectado» en el Cotorro, Alberro. Otra «Habana» hasta entonces desconocida.

Cristina Peri Rossi: «El exiliado»

Un lector, que se animó con el poema de Dulce Ma. Loynaz con que describo «mis islas«, me ha enviado algunos otros textos de Dulce, Fayad Jamís, Jesús Díaz, Cortázar y Cristina Peri Rossi. Son «otras islas», que me recuerdan la intención inicial de esa página dentro de este blog: anidar subpáginas para invitar a algún que otro autor preferido a compartir un poco de literatura habanera, isleña…

Así que hoy, mientras juego con los códigos HTML a ver qué/cuándo sale, los dejo con la Peri Rossi, uruguayo-catalana: isleña «por parte de Exilio»… Al leerla no pude evitar pensar en muchos cubanos de fuera y de dentro, y al final, como en cadena, en cierta profesora de literatura universal a la que debo la lectura de Albert Camus y su «extranjero». Y sí, ya sé que probablemente no tengan nada que ver la Rossi y Camus. Pero el «exiliado» me recuerda de todas formas al «extranjero»…  será por el título, o por la sentencia final, no lo sé, léanlo ustedes mismos (↓).

Palma real, solitaria, al atardecer… en Labana periférica

«El exiliado», de Cristina Peri Rossi

Su acento lo delata: arrastra un poco las eses y pronuncia de igual manera las b y las v. Entonces se produce cierto silencio a su alrededor. No es un gran silencio, pero él percibe alguna curiosidad en las miradas y un pequeño reajuste en los gestos, que se vuelven más enfáticos. (Cambios imperceptibles para un observador común, pero el exilio es una lente de aumento.) A partir de ese instante (y también otros) él se siente en la necesidad de compensar a los demás. Oh, es cierto que él es un extranjero y debe hacerse perdonar. Agradece la buena voluntad ajena, ésa que consiste en no preguntarle jamás de donde viene, ni que hacía antes, si ha solucionado o no los problemas de los papeles, cómo era el lugar donde vivía, si perdió algo en el camino, si se siente solo. Todos están dispuestos a disimular esa pequeña anomalía, a tomarlo en cuenta, pese a todo, a no hacerle preguntas y especialmente: a no demostrar ninguna clase de curiosidad por su vida. Para corresponder a tanta amabilidad, él se obstina en ignorar su pasado (hace como si no lo tuviera), reprime cualquier malestar y demuestra gran conocimiento de las plazas de la ciudad, los monumentos, el nombre y la ubicación de las calles, los servicios públicos y la escasa flora del lugar. Puede indicar con precisión la ruta de los autobuses y de los metros y la composición de la Alcaldía, pero precisamente, el hecho de conocer todos estos datos (en especial: el nombre de los árboles del ornato público y el emplazamiento de los principales monumentos) crea cierta desconfianza a su alrededor y confirma que en efecto, se trata de un extranjero que vive entre nosotros. Evita muy cuidadosamente el uso de la primera persona del plural, para no sembrar dudas a su paso, porque los individuos suelen ser muy celosos en cuanto a la comunidad a la que pertenecen y él no desea ofender a nadie. Está muy agradecido al sol, que también lo calienta a él y por un ingenioso mecanismo sortea las trampas que se le tienden para intimidarlo: cuando alguien habla de un defecto nacional, él lo convierte de inmediato en una virtud. Por ejemplo, cuando su interlocutor, sin mirarlo especialmente fijo, menciona la mezquindad de los habitantes de la ciudad, él afirma que se trata del sano sentido del ahorro que ha permitido prosperar a las familias; si se habla de la rudeza y falta de urbanidad de los transeúntes, él asegura que es espontaneidad y falta de inhibiciones; si alguien comenta que en esa ciudad hay poca imaginación y sus habitantes son aburridos, él sugiere que en realidad, se trata del sentido común de la raza, poco dada —gracias a Dios— al delirio y a la aventura. Si el interlocutor persiste en enumerar los vicios y defectos del país, él da por terminada la conversación con un enfático «¡Ustedes no saben lo que tienen!», y el ciudadano se interrumpe, mira alrededor, algo confuso, convencido de que el exiliado ama más el lugar que él. Pero de inmediato se recupera: no está dispuesto que nadie hable de su patria superlativamente, si no nació allí. Es entonces cuando el Exiliado comprende que ha cometido una falta irreparable y que por más esfuerzo que haga, siempre será un extranjero.

En mi calle…

El domingo, llegando a casa, hicimos una foto de la Luna desde nuestra calle…

De noche en Bonn... desde la Rheinaustraße

En las noticias, las fotos y videos de otras calles están por doquier: las calles de Port-au-Prince, en Haití – el país más empobrecido de América Latina, de todo Occidente –  están repletas de cadáveres; de gente sin techo, con miedo a réplicas del terremoto que hace una semana destruyó sus hogares; de gente que acampa como puede donde antes estuviera el Palacio de Gobierno; de gente que busca a sus familiares desaparecidos, con toda seguridad ya muertos; de gente que procura agua, comida; de gente que se aprovecha de la situación para delinquir o de gente desesperada que no halla otra salida que delinquir; de heridos, mujeres, niños, fuerzas de seguridad, ayuda internacional, escombros…

El Reino de este Mundo

En alguna de esas noticias un periodista describía Haití como una especie de primo pobre, negro, huérfano, de padres inmigrantes, cuya historia, cultura, costumbres, nada tienen en común siquiera – decía el periodista – con el resto de las (antiguas) colonias francesas en el Caribe.

Trato de imaginar mientras tanto un presente, unas calles, unas instituciones nacionales, un panorama «pos-terremoto» coherente con el país carpenteriano de El Reino de este Mundo, con los dones sobrehumanos de Franswa (Franςois) Makandal, con la primera independencia latinoamericana… Y los ríos de sangre haitiana que Carpentier me plantó en la memoria no son más grandes que los de El Siglo de las Luces francés, pero las calles del viejo continente nada tienen en común con las de este Nuevo Mundo, y viceversa.

El Cielo sobre Berlín

Hoy, chateando con un amigo que acaba de llegar a España desde La Habana, (mientras le preguntaba qué tal dejó el país, la ciudad, la Facultad, los estudiantes y los amigos con los que trabajé) recordé esa foto nocturna del cielo sobre  «mi» calle del domingo y las fotos de Port-au-Prince en la prensa de la última semana.

Inmediatamente tarareé esa canción de Silvio sobre «su» calle… y como en cadena me vino a la mente también la película de Wim Wenders: El Cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, 1987, que en español, francés e inglés se conoce también como Las alas del deseo). En la película, dos ángeles, Damiel y Cassiel, observan el mundo y la ciudad de la posguerra desde su inmortalidad sin poder intervenir y tratan de infundirle sus propios deseos de vivir a los berlineses, a la humanidad.

“Blessed be the Lord”

Los haitianos, dicen las noticias, han estado rezando y cantando en la noches pos-terremoto para espantar el miedo: “Beni Swa Leternel,” dicen en creole. “Blessed be the Lord” traduce un periodista en The New York Times

En una ciudad europea lejana, Copenhague, los países industrializados no lograron ponerse de acuerdo en diciembre pasado para reducir sus emisiones de CO2 a la atmósfera. ¡Y mira por dónde viene a reventar el cambio climático! – escribió con rabia una amiga el día del terremoto, en la red social Facebook.

Esta mañana una nueva réplica removió con fuerza la ciudad de Port-au-Prince… ¿Será que algún ángel, parado en medio de esas calles donde rezan y cantan los haitianos, los mira?

En mi calle hay una acera gris
donde se pegan las miradas
del que mira adonde va.
En mi calle hay un banco que es
tan largo y blanco como el mármol
donde iremos a parar.
Yo no sé por qué son tan blancas
las altas ventanas que miran al cielo.
En mi calle el mundo no habla
la gente se mira y se pasa con miedo.
Si yo no viviera en la ciudad
quizás vería el árbol sucio
donde iba yo a jugar.
En mi calle de silencio está
y va pasando por mi lado
es un recuerdo desigual.
Yo no sé por qué estoy mirando
por qué estoy amando,
por qué estoy viviendo
Yo no sé por qué estoy llorando
por qué estoy cantando,
por qué estoy muriendo…

Cuba enfocada desde Colonia – LatiF 2009

La historia, el presente y el futuro político, económico y cultural de Cuba serán centro de la atención de especialistas de la isla, Alemania, Reino Unido, Francia, España y USA desde hoy 10 y hasta el 13 de diciembre en la Universidad de Colonia (Universität zu Köln), a 40 minutos de casa.

La conferencia «Cuba: 50 años entre reforma, revolución – ¿y estancamiento?» ha sido organizada por los estudiantes de la especialidad de Ciencias y Estudios Regionales de América Latina de la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Economía y Ciencias Sociales, en cooperación con el destacado experto en temas de historia cubana Prof. Dr Michael Zeuske.

Tríptico - Presentación, LatiF 2009

Tríptico - Presentación, LatiF 2009

Esta es la séptima edición de la serie «Latinoamérica en el Foco» (Lateinamerica im Fokus, LatiF), que desde 2003 ha enfocado anualmente a Chile, Nicaragua, Bolivia, las relaciones latinoamericanas con la República Popular China, los chances y riesgos del aprovechamiento de recursos renovables en la región o los nuevos caminos de la seguridad social con los gobiernos de izquierda.

El programa de esta edición va del liderazgo carismático a la institucionalidad, la política exterior, la religión, la literatura, el cine, el sistema educativo, la arquitectura y la planificación física, los derechos humanos, la cooperación para el desarrollo, las reformas económicas o los temas de raza y género. Entre los ponentes reconozco por supuesto a los cubanos – el director de la Biblioteca Nacional, Eduardo Torres Cuevas, por ejemplo. Del resto de los profesores universitarios, investigadores de institutos de estudios regionales o periodistas invitados me interesa escuchar en vivo al propio Prof. Dr. Zeuske (que aparece en todas las bibliografías sobre Cuba en las bibliotecas alemanas). O al Dr. Bert Hoffmann, politólogo del German Institute of Global and Area Studies, GIGA, en Hamburgo – experto por excelencia del tema cubano para la Deutsche Welle (la cadena de información internacional de Alemania). O al profesor Antoni Kapcia, de la Universidad de Nottingham, quien escribió desde «su otra isla» uno de los artículos más lúcidos que leí cuando escribía mi tesis de licenciatura sobre la imagen que los jóvenes habaneros tenían de «nuestra isla» y que dará una conferencia el viernes sobre los enfoques con que los «cubanólogos» han estado mirando al «caimán» desde dentro y fuera.

Tríptico - Programa, LatiF 2009

Tríptico - Programa, LatiF 2009

Supe de la conferencia por un amigo, especialista de relaciones internacionales de uno de los canales de la televisión pública alemana (ZDF). Y aunque estoy a tope de presión «findeañera» tratando de adelantar la tesis de doctorado antes de que suenen las campanadas del 2010, no pude aguantar la curiosidad, me inscribí y viajaré a la inauguración esta tarde – no obstante la lluvia, el Rin revuelto y el cielo gris de mil demonios que veo ahora mismo a través de mi ventana. Otro amigo de la Deutsche Welle, me deseó ayer excéptico que el evento me agrade y no me aburra…

Pues bien, allá voy! como aún debo las crónicas de mi reciente viaje a Cuba, quizás ahora tenga un pretexto para re-enfocar la isla, desde Colonia. Who knows! Al regreso les cuento…