Crónicas de un viaje a Miami – III Parte …tardía, incompleta y final

Souvenir
Miami fue hace meses, en noviembre. Pero la tercera crónica quedó finalmente en el tintero de Labana. Ahora, la crónica miamense ya no tendrá frescas las palabras para nombrar las sensaciones producidas por ciertos objetos, personas y palabras de otros. Pero hay un par de imágenes, un par de notas apuradas que no quería dejar durmiendo el sueño de los «borradores» eternos.
Este post es para los amigos que leyeron los anteriores y para los que me han preguntado si hay algo que ver en Miami, si pasar de turista por la ciudad vale la pena: yo digo que sí, que al menos para los cubanos, que hemos tenido por tanto tiempo nuestro «alter-ego-oscuro-objeto-del-deseo» (así la nombra un amigo) en esa latitud, la experiencia turístico-sociológica vale la pena.
Cristobalito, el «biutiful»…
Desandando Miami encontré varios monumentos en honor a causas y personas diversas, ya nombré alguno en las primeras crónicas, pero me faltaron otros, por ejemplo, el monumento a Cristóbal Colón.

"¡Canta, Oh Musa, la cólera del pélida Aquiles!" (o Cristóbal Colón en Bayfront Park)
El «descubridor» tiene en Bayfront Park un aspecto casi divino. Uno no sabe si pensar en Aquiles… o incluso (después de leer la dedicatoria) en Jesúcristo. No puedo negar que me hizo gracia, que me provocó una sonrisa burlona. Pero ahora que lo pienso y que recuerdo una vieja foto de su figura en la costa cubana de Baracoa, pienso que al «pobre» Chris quizás le hicieron esta para que llevara una de cal y otra de arena, ¿no?

Dedicatoria
«Cubanglish»
Si hubiera tenido una grabadora a mano habría colgado aquí el mp3 de una conversación en Bayside. Ninguna foto puede ilustrar aquello. Mientras miro los yates cerca del puerto, paso junto dos hombres blancos (podrían ser americanos). Hablan inglés (quizás demasiado alto). Problemas personales, del trabajo: «ni pinga» [no sé si debería poner garabatos tipo «*<~#§>&¤», o un aviso a lo «post no apto para menores»] – dice uno y sigue pronunciando en perfecto inglés . «Cojones…» – introduce la próxima frase que sigue con «You´ll see…» y una larga retaíla en inglés, con interrupciones especiales para otras tantas frases enfáticas (de mayor y menor intensidad), en «cubano».

Vista del Puerto... escuchando "Cubanglish"
La escena no pudo sino recordarme a una amiga habanera que, viviendo entre Barcelona y Madrid, adoptó el acento para pasar inadvertida entre sus nuevos vecinos y sólo pudo convencer de su procedencia a cierto cubano recién llegado que le pidió el carnet negándose: «no te enseño ni ping…» – le dijo, y lo convenció, ¡era cubana!
Comunistas y gusanos
En términos políticos, Miami confirmó algunas de mis sospechas. Y borró otras. El Miami Herald, las televisoras locales, me recordaron una experiencia conocida: la ideologización desmedida, a ratos histérica, de la vida cotidiana – maquillada aquí generalmente con apariencia de talk show.
En la vida real, fuera de los medios, alguien volvió a acusarme con desprecio: «tú eres comuñanga», me dijo, porque quiso saber como le iba a «la Alemania pobre, la que era comunista» y no recibió todos los datos y adjetivos que esperaba. Al otro lado, ya me habían dicho muchas veces que tengo «la lengua dura», que soy «hipercrítica»… esas cosas. Me pareció gracioso comprobar, una vez más, que los extremos intolerantes se tocan, que se adueñan de las palabras para nombrar como les parece, que no entienden de matices, de Andersdenkenden, vengan en la dirección que vengan.
En esa misma ciudad, sin embargo, otras personas que me preguntaron algo más y fueron advertidas («esta es comuñanga», les dijo) , sonrieron reconociendo el tipo de acusación – podría ser también «es homosexual» (con alguna clasificación menos «de diccionario» que todavía se usa bastante para desacreditar), o quizás «es gusana» (típica del otro lado del océano). «Nosotros también», le dijeron y siguieron preguntando.
La Libertad, la Paz, esas palabras…

Columna de la Libertad (conocida como Monumento a los Balseros)
También en Bayfront Park, cerca del puerto, hallé una torre y una columna de la Libertad, a una la reconocen como una especie de sitio de peregrinación de los primeros exiliados cubanos de los ’60, la otra es un homenaje a los balseros de los ’90.

Torre de la Libertad (esq. Jorge Mas Canosa Blvd)
«Que la paz prevalezca en la Tierra», reza otro monumento a los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Detrás, una pareja conversa a la sombra. Hacia el sur, en Key West hay tarjas que recuerdan a Martí, fragmentos empotrados del ingenio La Demajagua, piedras de la antigua muralla de La Habana. En Vizcaya Museums & Gardens un jovencito turista español temió decirme su nombre sin saber de antemano mi reacción… se llamaba Fidel.

"May peace prevail in Earth", dice, "in many languages", la columna de la izquierda...
Entre estos monumentos, a veces una especie de negativo de las fotos de los héroes y villanos del «otro lado», caminan muchos de mis antiguos compañeros de escuela o universidad. Ellos están bien aquí, son jóvenes, educados, y tienen la vida por delante. Igual me cruzo con un señor amargado, en un país al que no quería irse, en el que sin embargo trabaja y disfruta de nuevas comodidades y la cercanía de su familia – a la que siguió en este viaje.
En la otra esquina, otra señora, más o menos de la misma edad, ve el país con mejores ojos y disfruta, una por una, la larga lista de ventajas materiales al alcance de su mano. No tiene trabajo a pesar de sus múltiples títulos de allá y licencias de acá, pero ganó la Lotería. Tiene el convencimiento de que «este país» no es para gente de su edad, que nunca debió venirse porque no podría olvidarse de su título académico y limpiar pisos alegremente -me dice-; pero sabe que sin ella sus hijos «no estarían hoy aquí ni tendrían las oportunidades que tienen» -agrega, se consuela pensándolo, y se seca volando el lagrimal (podría estropear su maquillaje).