[Esta es la reacción de una amiga, a los intercambios de estos días de (des)concierto… las comparto porque me ayudaron a superar algunas «violencias» pos-concierto]
Por: Janny Amaya Trujillo
«Esta nota llega con mucho retraso. Ya han pasado más de veinticuatro horas después del dichoso concierto. Ya la gente que estuvo en la Plaza fue a su casa, y descansó. Ya se bailó, ya se cantó. Ya he presenciado, incluso, algunos exorcismos electrónicos de los que no estuvieron, pero estaban. Ya el concierto está en Youtube, y la prensa publica todo tipo de comentarios. Ya Kalo- desde La Habana- publicó sus fotos, Alain- desde Miami- casi me hizo llorar, y Rosa- desde Bonn- ha gritado su propia “verdad sobre la verdad”, que tanto se parece a la mía. Y ahora, un día y pico después, a mí me asaltan mis propios demonios.
«Yo no estuve en La Habana ese día. Me perdí otra vez en la languidez del domingo tapatío. Ni siquiera acompañé a Leo y Jesús, dos amigos cubanos que seguían con avidez lo que estaba pasando en La Habana, gracias (otra vez) a la magia del internet. No estar fue, quizás, mi modo muy personal de asistir a ese concierto. ¿Por qué no “estuve”? ¿Por qué decidí no “estar”? No sé, francamente, no lo sé. En parte, es eso lo que trato de entender mientras escribo estas líneas…
«¿Que si me hubiera gustado estar ahí? Sí. Claro que sí. ¿Por qué? Por un montón de razones diversas y dispersas. No es tan simple como que me guste Bosé, o que nunca haya estado en un concierto de Orisha. Tampoco es por Yerbabuena, Víctor Manuel o Jovannotti. Ojalá fuera eso.
«“¿Acaso no estábamos tú y yo ahí, vestiditas de blanco, y agitando banderas?”- me dice una Patricia entrañable, desde la Costa Oeste. “Gente, esto fue un ensayo. El concierto de verdad es el domingo que viene”- dice otra Patricia, también entrañable, ésta desde La Habana. Y mientras, yo sigo aquí, “sentada en un contén del barrio, como hace un siglo atrás”, haciendo un pastiche musical un poco patético, entre Carlos Varela y Miguel Bosé, inventándome en esta sala mi propia plaza y mi propio concierto, haciendo de esta nota mi propia bandera.
«¿Por qué tanta importancia a este concierto? ¿Por qué hacerle tanto caso? ¿Quién dijo que la música puede cambiar algo? ¿De qué puede servir este concierto? Yo no sé para qué servirá; pero sé de algunas cosas para las que ya ha servido.
«Sirvió para que se reunieran en la Plaza más de un millón de cubanos. No hubo convocatorias, ni consignas políticas, ni sindicato, ni otro sentido que (¿el sinsentido?) de la paz y la esperanza. Y ni el sol habanero pudo contra eso… Sirvió para que llegaran a cantar unos cuantos (ahora no importa cuál de ellos más famoso) que jamás habían puesto un pie en La Habana, y para que regresaran otros (que siempre fueron bienvenidos). Sirvió también para saber de otros que tal vez no llegarán nunca a la Plaza. Sirvió para llenar a la gente de alegría, para poder cantar y bailar, así, peligrosa y simplemente felices. Y eso es muy importante…
«Sirvió para que un montón de brutos pisoteara discos en la calle ocho. (Lo siento, el concierto es por la Paz, pero a mí me sirvió para saber que, definitivamente, tampoco puedo estar en paz con ellos…)Sirvió para pintar de azul y blanco una plaza que casi siempre lleva otros colores…Sirvió para que ondearan juntas y fraternas, aunque fuese un ratico, esas banderas de la foto de Kalo… Sirvió para que algunos “anotaran puntos”, a favor de sus propios “equipos”, pero sirvió también- como diría mi papá en términos beisboleros-, para “poner la bola en movimiento”. Sirvió para cambiar, por un instante al menos, las reglas de juego, y hasta los adversarios…
«Sirvió para que un montón de amigos regados por el mundo se reunieran otra vez, casi mágicamente, en esa misma plaza donde casi todos vivimos los amaneceres del primero de mayo… Sirvió para volver a pensar en las sillas vacías y en la “foto de familia” de la que canta Varela…
«Sirvió para pensar (otra vez con Varela, y con Rosa), en las veinticinco mil mentiras sobre la verdad; para recordar que “la verdad de la verdad es que nunca hay una”; y hasta para saber que esa verdad también pudiera ser mentira. Sirvió para que me animara a pensar en mis propias mentiras sobre esta verdad (o en mis propias verdades sobre las mentiras). Sirvió, tal vez, para que otros también lo piensen con nosotros…
«Otra vez, me pregunto por qué no “estuve” en el concierto ¿por qué no lo seguí? Debo confesar que a ratos, desconfío un poquitico de las “esperanzas”, y que hago todo lo posible por defenderme de las “utopías”. Quizás sea eso: me creí por un instante mi discurso escéptico y desangelado. “Un concierto es un concierto, y punto”, dije. Y esa fue (“ojalá”) otra de mis propias “mentira sobre la verdad”.»
Guadalajara,
Septiembre 22, 2009
[Mi agradecimiento]:
«gracias por esas mentiras o verdades… yo ayer (después de unos cuantos debates electrónicos con gente que ni siquiera conozco… ensayando la «democracia deliberativa») tuve pesadillas con todas las mentiras y todas las verdades, con todas las paces y todas las violencias, con todas las utopías y los escepticismos, con todos los amores y todos los odios… cuando desperté esta mañana supe también que nunca tendré paz «con ellos» y decidí «no estar» por unos días, tratar de curarme la desesperanza que me dan los brutos, las vueltas y revueltas de tuerca… pero contigo «estoy» de nuevo. Un beso. Y gracias otra vez.»
Bonn,
Septiembre 22, 2009