Viendo este video de Interactivo recordé un par de viejas crónicas de viaje, casi olvidadas, que nunca escribí. Un par de encuentros con «cubanos por el mundo» de los que pudiera resultar en una serie de posts asistemáticos, incoherentes, indisciplinados…
Hace unos meses la ultraderecha entró al Parlamento sueco, tradicionalmente socialdemócrata. Luego, viajé en un tren del Deutsche Bahn en que dos jóvenes neo-nazis alemanes se atrevieron al prohibido saludo hitleriano. Poco antes, la derecha conservadora y la extrema derecha habían generado titulares en las elecciones húngaras y en las de otros países europeos.
El taxi del partido
En Budapest, una amiga nos lo predijo una semana antes. ¿Ven ese taxi? Es de la extrema derecha. Ni se les ocurra montarse en uno, nos dijo. El auto llevaba el nombre del partido Jobbik, un juego de palabras que significa en húngaro, al mismo tiempo: «los mejores», «los más a la derecha». Lo vimos alejarse con cierto escalofrío… buuuuhhhhh, déjà vu. Hasta que una ICARUS dobló la esquina siguiente y nos trajo otro nuevo y más simpático déjà vu. La terminal de ómnibus. Lido-Artemisa. Lido-Guanajay. Un par de veces colgando de la puerta… «enrufados», se decía (valiente, corajudo, leo en un diccionario gallego-castellano).
Salsa y manzanas contra déjà vu
Una esquina más allá entramos a un local de Salsa. Nos olvidamos del taxi, de la ICARUS. Espantamos los déjà vus al compás de varias docenas de húngaros y húngaras moviendo las caderas, confundiéndosenos con latinos. La Europa del Este sensual rompe nuestros clichés de toscos objetos y personas llegados del «bloque», de la pretérita «bolilandia» que nuevos ómnibus importados siguen trayendo a Labana del siglo XXI. Pero esta salsa «budapestina» nos recuerda, más bien, de dónde venían las manzanas a nuestros supermercados caribeños de entonces.
El Dj es cubano. Y otros dos que bailan cerca de la mezcladora. Y otros. Y otros. Y de pronto el local, Budapest, está lleno de cubanos. Lo más difícil es la lengua, dicen, e imaginamos que llegaron después del «desmoronamiento», que no estudiaron acá por intermedio de antiguos convenios estatales. Una lleva tres años, otro 10, 15. Aquello fue hace 20. Al menos no tienen alfabeto cirílico, pensamos. Pero es cierto, ni el inglés, ni el alemán, ni el español y sus raíces latinas nos han servido para adivinar la lectura de carteles, señales, lumínicos. Esto no se parece a nada, «es la lengua del diablo», bromean, se justifican.
Puentes…
«Étterem», leemos a la salida. Una palabra importante para la supervivencia turística, quizás la única bien aprendida en dos días: restaurante (restaurante caro, restaurante barato, fonda, cafetería). Identificado el sitio, los menús se leen también en alemán, o en inglés. El idioma «vecino» sirve además para preguntar distraídamente a los mayores. El otro (a pesar de la ola nacionalista, de los taxis Jobbik, del giro a la derecha y la «vuelta a las originales raíces húngaras» en las elecciones nacionales y en las europeas), nos tiende puentes con los más jóvenes, ahora también «globalizados».
¿Qué viste en Budapest de nuestro futuro? Me lo imagino como un viaje a La Habana de 201…
Hmmm, nop, yo no lo ví mucho como nuestro futuro, Budapest está en el medio de Europa, en la UE, aunque aún no en la zona Euro… Quizás ví más bien un poco de nuestro pasado y de nuestro presente: un hermosísimo casco histórico; zonas de las afueras, de los suburbios, pero también media ciudad medio en ruinas (tipo Habana Vieja, Centro Habana); un tren del aeropuerto al centro lleno de ciudadanos de tercera, sucios, pobres, sin dientes… Y bueno, sí, mucho turismo a orillas del Danubio, grandes centros comerciales, boutiques, restaurantes de alta cocina y hombres y mujeres cosmopolitas revoloteando por las grandes avenidas… Gitanos ocasionales, al margen, también ciudadanos de tercera…
Y, la verdad, aspiraba a hacer una crónica más como esa que echaste de menos, pero fui en marzo y esas ideas quedaron extraviadas en un papel, en ciertos recovecos de la memoria.
Del futuro, hmmm, no sé, el grafitti de una hoz y un martillo nostálgicos por el camino de subida a un monumento de también nostálgica épica socialista que los budapestinos se negaron a derribar, porque ya era parte inseparable de la silueta de la ciudad, pese a todo…
Pensaba en toda esa mezcla de sentimientos, imágenes, reacciones, expresiones, sonidos, olores, sabores… del postsocialismo. Quizás nos suceda como con otros procesos en nuestra historia: llegaremos tarde.
no, Boris, no llegaremos tarde, ya estamos viviendo, a la cubana, desde los 90… si el referente es el esteeuropeo, mucho de ese postsocialismo está entre nosotros hace rato, de muchas maneras… muchas de las otras maneras tendrán más que ver con la globalización que con el socialismo o el postsocialismo… (aunque ya sé que me dirás, irremediablemente, que nos falta, por ejemplo, el postsocialismo mediático :-)
Hay muchos cubanos en Budapest? Yo soy cubanoamericano y cuando viajo me gusta encontrar a gente del viejo país. Iré a Hungría en el verano del ’16. Dónde se baila una buena salsa en Budapest?